La historia de Kattysmith: Usar el humor para lidiar con una recurrencia imprevista
Kattysmith forma parte de la comunidad de Breastcancer.org.
Me diagnosticaron por primera vez en 2003 cuando estaba por cumplir 51, luego de haber gozado de buena salud durante toda mi vida. Nunca me habían hospitalizado, ni siquiera sufría de resfriados ni gripes. El impacto fue bastante grande. Lo que recuerdo del diagnóstico y tratamiento iniciales: estadio I/II ambiguo, lumpectomía con biopsia de ganglio centinela (sin diseminación), radiación, tamoxifeno. Pasaron años hasta que dejé de pensar en el cáncer de mama todos los días.
Algo que descubrí acerca de mí misma con el primer diagnóstico fue que realmente odio que me vean como una persona enferma y que me traten como una inválida. Esa mirada de lástima me hacía hervir la sangre. Soy una persona privada e introvertida, y me sentía invadida y expuesta. Me molestaba muchísimo.
Tenía consultas de seguimiento de vez en cuando; traté de mantener la calma y la vida continuó su curso.
Adelantémonos a 2015. De repente me aparecieron depósitos grasos extraños, como lipomas o quistes, en el torso, un par en el brazo izquierdo, uno en el costado derecho cerca de las costillas y otro en la parte superior del brazo derecho. Durante algún tiempo los ignoré, busqué sobre el tema en Google y no vi ningún signo de que fueran cancerosos, etc. Tiendo a desestimar las cosas y a pensar que todo está bien. Mi esposo tampoco parecía preocupado y, al igual que yo, pensó que eran quistes. Me sentía bien. Luego, el bulto de la parte superior del brazo derecho comenzó a crecer cada vez más, era casi del tamaño de una pelota de golf cuando fui a ver a la dermatóloga. Inmediatamente me consiguió una consulta al día siguiente con su cirujano personal. Para cuando me sometí a la cirugía, habían aparecido más bultos, incluido uno de rápido crecimiento en el cuello. El cirujano extirpó la “pelota de golf”, uno pequeño en el brazo izquierdo (que creí que era tejido cicatricial viejo de la lumpectomía de 2003) y el que estaba en el cuello. Todos terminaron siendo cancerosos: cáncer de mama en estadio IV. Estaba ubicado en el sistema linfático y en un pulmón. Sorprendente.
Tuve mi primera consulta en MD Anderson el 23 de octubre de 2015. Unos días antes de mi primera consulta, me despidieron de mi empleo de 14 años y medio. Yo era quien sustentaba a mi familia. Mi esposo trabaja de manera independiente, por lo que mi ingreso era el único fijo y era la fuente de nuestro seguro. Ambos teníamos 64 años y nada de ahorros a estas alturas. Una situación horrible.
Recibí quimioterapia AC, el famoso “diablo rojo”, de noviembre a enero y la toleré muy bien. Perdí el cabello, tuve algo de fatiga, estreñimiento intermitente (aprendí a prevenirlo) y un par de períodos breves de llagas en la boca. En general, no fue tan malo. Mis pruebas de imagen y análisis de sangre luego de completar las sesiones mostraron una mejoría inmensa, además de que podía palpar algunos de los bultos restantes; estos comenzaron a desaparecer luego de la primera infusión.
Me mantengo totalmente estable con Ibrance y letrozol desde febrero. Mis marcadores tumorales siguen disminuyendo. Las metástasis en el pulmón desaparecieron, aunque mi médico ahora dice que puede haber inflamación. No estoy en un estado sin evidencia de enfermedad y siempre tengo los neutrófilos bajos, a pesar de estar en la dosis intermedia de Ibrance, 100 mg. Me siento bien, normal, incluso, aunque me falta un poco de energía.
Si no supiera que tengo cáncer, no podría sospecharlo. Soy muy objetiva y práctica, por lo que no me hago ilusiones sobre el futuro. No es una visión negativa, solo soy realista y vivo la vida. Soy feliz, incluso viviendo bajo la amenaza del cáncer. Tengo un sentido del humor muy negro y sarcástico, al igual que mi esposo, y eso me ayuda a transitar la enfermedad. Tenemos una gran familia de gatos y perros que me mantienen ocupada y entretenida, y me permiten enfocarme en otras cosas además de mí misma. Nunca estás en primer lugar si tienes un gato. O varios gatos. Mi hijo, mi cuñada y mi nieto de 22 meses se mudaron de vuelta aquí desde otro estado para que pudiéramos vernos más seguido. Eso me alegra mucho.
Debo admitir que, si bien no le tengo miedo a la muerte, sí le tengo miedo a la pobreza, por mí y por mi esposo, y por los animales que deberá cuidar cuando yo no esté. Ese es mi único miedo, aunque contamos con familiares que nos están ayudando y yo estoy aportando algo de ingreso, más el ingreso de seguridad complementario (SSI, sigla en inglés).
¡Poco a poco vamos saliendo adelante!