La historia de Tanya: La familia, la fe y la comunidad me ayudaron a salir adelante
Tanya
La familia, la fe y la comunidad ayudan a Tanya a estar bien.
Con una experiencia laboral variada como encargada de correo, docente y trabajadora social, al tiempo que crio cinco hijos con su esposo, Inshirah Abdel-Jaleel, Tanya, que ahora tiene 62 años, siempre tuvo una vida ajetreada. Además, se dedicó a pasatiempos propios como la jardinería, las clases de spinning y Zumba, y la natación.
“Iba brincando por la vida cuando descubrí que tenía cáncer de mama lobular en estadio III a los 46 años” en 2003, escribió en su perfil de integrante de la comunidad de Breastcancer.org. Ese año, le practicaron una mastectomía parcial, le colocaron una vía de acceso y recibió quimioterapia y radiación en Nueva York, cerca de donde vivía en esa época. A continuación, recibió tratamiento con Arimidex y Fosamax durante los siguientes cinco años.
Trece años después, en enero de 2017, Tanya empezó a tener tos. “Le comenté a mi esposo que pensé que estaba resfriada, o que tenía gripe o bronquitis, porque me dolía la espalda por toser tanto”, cuenta. “Nunca me había sentido tan mal”.
Una radiografía reveló que tenía una fractura de disco en la columna y una resonancia magnética (RM) dio lugar a un diagnóstico de cáncer de mama en estadio IV con metástasis óseas, en el útero, en los ovarios, en las costillas y en la cadera. Se sometió a una histerectomía, además de dos procedimientos en la columna para tratar el problema del disco. También comenzó un tratamiento continuo que, según dice, la mantiene estable y que incluye 13 ciclos al año de Ibrance, Faslodex y Zometa.
“Todos piensan que el cáncer es una sentencia de muerte, y yo creía lo mismo”, afirma Tanya, que, cuando recibió el primer diagnóstico, se desempeñaba como trabajadora social en los Servicios de Protección Infantil en el condado de Suffolk County, Nueva York. Varias de sus colegas habían recibido diagnósticos de cáncer de mama y ayudaron a Tanya a saber qué esperar con respecto a las biopsias. También le recomendaron a qué cirujano oncólogo consultar y le brindaron apoyo cuando tuvo que enfrentar los efectos secundarios relacionados con el tratamiento.
“Estaba débil, calva y no paraba de vomitar”, recuerda. “Vivía en el mundo de los efectos secundarios”.
Apoyo de colegas, amigos y familiares
Tanya, que es musulmana, cuenta que encontró ayuda adicional en otros aspectos de su vida, como el trabajo y las organizaciones religiosas. “Las personas rezaban por mí. Y en mi trabajo, me pagaron el sueldo durante todo un año gracias a que otros empleados donaron su licencia por enfermedad”, dice. “Cuando estuve lista para volver, mi empleo me estaba esperando, y nunca tuvimos dificultades financieras. Este diagnóstico horrible trajo muchas bendiciones ocultas”.
Otros amigos de su trabajo como docente le pagaron un tratamiento con acupuntura, donaban jugo recién hecho de zanahoria y hierba de trigo, y le consiguieron una persona que le ayudara con las tareas del hogar mientras se recuperaba.
La experiencia también hizo que su esposo fuera más consciente de lo que implica el trabajo hogareño. “Apenas tuvo que hacer tareas como sacar la basura, empezó a quejarse y admitió que nunca se había dado cuenta de todo lo que yo hacía en casa”.
Durante el primer diagnóstico, Tanya y su esposo vivían con su hija menor, Fatimah, que en ese entonces tenía 15 años. Sus hijos mayores, Abdul, Faruq, Baiyina y Zakiyyah, ya tenían más de 20 años y no vivían en casa. “Fue muy difícil y enloquecedor” recuerda Tanya. “Tuve una reacción alérgica al Taxol y sufrí un choque anafiláctico. Estuve muy enferma un año entero”.
Pero la fe la ayudó a salir adelante.
“Recuerdo que rezaba y decía: ‘Si ya no tengo nada más que hacer, si mi servicio en esta tierra llegó a su fin, me entristece, pero si esto me está ocurriendo por algo que hice, por favor, muéstrame’. Y entonces, viví”.
Tanya se recuperó y se mudó a Tampa, Florida, en 2007 para estar más cerca de su padre. Tuvo una recurrencia en 2013 con fatiga extrema y mucho dolor de espalda. Después de someterse a operaciones y recibir tratamiento, se jubiló como trabajadora social, pero todavía ofrece sus servicios como voluntaria para algunos clientes, entre los que se incluyen un refugio para personas sin hogar dirigido por mujeres de la zona.
Disfrutar la jubilación
Como jubilada, Tanya pasa tiempo visitando a sus 17 nietos y ha viajado con Inshirah al Gran Cañón, a Las Vegas, a Hawái y a las ciudades sagradas de La Meca y Medina en Arabia Saudita.
También apareció en Good Morning America en Nueva York, en octubre de 2019, como parte de un programa de concientización de Breastcancer.org en el que participaron 16 mujeres afectadas por la enfermedad. “Fue muy emocionante” cuenta, agradecida por la oportunidad de hablar sobre sus experiencias con las presentadoras de GMA, Robin Roberts y Amy Robach, a quienes también les diagnosticaron cáncer de mama. “Hablaron con nosotras y fueron muy amables”, comenta.
Tanya encuentra una camaradería similar en las personas con quienes interactúa en línea, en la comunidad de Breastcancer.org. Cuando se reunió por primera vez con una mujer de la comunidad para almorzar en Tampa hace poco, hablaron durante dos horas y la pasaron genial. “Las personas a nuestro alrededor nos decían que parecíamos viejas amigas”, dice.
Tanya también agradece el hecho de poder ayudar a otros miembros de la comunidad compartiendo “información sobre efectos secundarios, tratamientos o suplementos que podrían funcionar”, igual que sus compañeros de trabajo alguna vez compartieron detalles parecidos con ella cuando recibió el primer diagnóstico.
Tanya también atesora un viaje a Orlando en el verano de 2019, cuando ella y su esposo llevaron a diez de sus nietos, cuyas edades varían de 4 a 25, a un complejo turístico durante una semana. “Alguien me dijo: ‘Vienen tus nietos... debes de estar tan cansada’, pero a mí me encanta el ruido y el ajetreo. Estaba agotada, pero todos socializamos y pasamos mucho tiempo juntos. Fue hermoso”.
Encontrar tiempo y significado
Encontrar tiempo para sus seres queridos y para las actividades que considera importantes es algo que Tanya valora mucho, e insta a otras personas a que hagan lo mismo.
“Como seres humanos, todos sabemos que vamos a morir, pero no creemos que vaya a pasar pronto. Cuando padeces cáncer de mama metastásico, sientes que tienes los días contados más que cualquier otra persona”, afirma. Así que “haz todo lo que quieras hacer. Mi consejo es que vivas de esa manera sin importar el diagnóstico. Ten cuidado con cómo gastas tu energía. No la desperdicies en algo sin sentido”.
La clave es saber qué es importante
“Me gusta mucho servir a la humanidad”, confiesa y explica cómo se capacitó para ser trabajadora social después de enseñar, y luego usó sus conocimientos y experiencia para ser consejera escolar. Después trabajó en una organización sin fines de lucro como consejera para niños refugiados de Siria, y posteriormente trabajó con niños en hogares de acogida. Encontrar ese camino llevó algún tiempo.
“Cuando era pequeña, tenía muchas dificultades para encontrar mi camino. Me expresaba sin rodeos de adolescente y me metía en problemas”, cuenta. “Ahora que trabajo con niños, cuando estoy en un aula, veo que el docente intenta hacer hamburguesas, todas del mismo tamaño. Pero hay algo en ti que es diferente, poderoso. Sabes que no eres solo un robot”.
Y eso también se aplica a la vida con cáncer de mama metastásico.
“Mi recomendación es que no pienses demasiado en la idea de que ‘este podría ser el fin’”, dice. “Cuando estoy ocupada con un montón de tareas y actividades, siempre estoy más contenta. La vida da un vuelco con este diagnóstico, pero todavía conservamos las mismas cualidades que nos distinguen de las demás personas. Trata de no perder de vista eso en medio del tratamiento”.
Redacción: Cheryl Alkon, colaboradora