La historia de Reclaiming Nav: Aceptar la vida: mi experiencia con el cáncer de mama (seno) metastásico

Tras la reaparición del cáncer, Reclaiming Nav buscó una nueva perspectiva de la vida.
 
Reclaiming Nav headshot

Reclaiming Nav es integrante de la comunidad de Breastcancer.org en Vaughan, Ontario, Canadá.

Fluctúo entre varios estados de ánimo. Por momentos, creo que esto realmente está pasando, me pregunto por qué no me he despertado de este horrible pesadilla o acepto que esta es mi realidad y me siento dispuesta a librar la batalla. Algunos días son geniales, otros siento un pozo en el estómago cuando me enfrento a mi mortalidad.

Todavía recuerdo cuando me dieron la noticia de mi primer diagnóstico de cáncer de mama. No es fácil que te digan que tienes cáncer, pero pensé: "Voy a poder con esto". El cáncer de mama es tratable, y las cifras de supervivencia son excelentes. Superé el diagnóstico inicial de la enfermedad en estadio 0 y el tratamiento sin estar realmente presente. Eran solo algo más que tachar de mi lista. Me sometí a una mastectomía bilateral y completé mi primera quimio. Y la vida siguió. Volví a mi antigua vida sin pestañear.

Pulsamos el botón de avance rápido, y pasaron 20 meses. Me sentía con menos energía y motivación. Sabía que algo estaba mal, me lo decía la intuición. No escuché al cuerpo. Me dijeron tres palabras que alteraron mi vida para siempre y de forma tan fundamental que nunca podré volver a cómo era antes de ese momento. "El cáncer volvió". Mi mundo se hizo añicos, y entré en otro que no conocía. Estaba en un territorio desconocido, que muchos no comprendían. Me sentía tan sola... La vida nunca me fue fácil, y esto parecía un castigo cruel e innecesario.

El estadio IV es algo diferente. El tratamiento no tiene fecha de finalización. Hay muy poco espacio para respirar. Te fuerza a reevaluar qué es lo importante y qué debes dejar ir. A mí me obligó a iniciar mi proceso de sanación. El trauma con el que conviví durante años, el enojo que llevaba en el cuerpo.

Lo más doloroso de mi experiencia fue sentirme sola. Encontré dos grupos de apoyo maravillosos, pero casi nunca hablo por fuera de estos grupos, en parte por el estigma del cáncer en mi comunidad y, por otro lado, porque no me gusta pedir ayuda. Pero, más que nada, porque no quiero que las personas se compadezcan de mí, me pongo la máscara de la "guerrera". Llevo la carga de intentar no hacerles la vida incómoda a quienes me rodean, ni mostrar ninguna vulnerabilidad. En mi comunidad hindú, no me siento apoyada, ya que es común culpar a las personas por tener cáncer. La retórica del "algo habrás hecho mal" es desgarradora y dolorosa, sobre todo cuando muchas personas con diagnóstico de cáncer ya se pasan el tiempo pensando qué podrían haber hecho de otra manera.

Mi viaje de sanación ha sido largo, pero aprendí a encontrar la paz y aprendí algunas de las lecciones más valiosas. Lo trivial no importa. El panorama general está claro. No quiero perder el poco tiempo que me queda en trivialidades y no pienso hacerlo.

Paso mis días rodeada de aquellos a los que decidí llamar mi familia, las personas que me animan y me permiten mostrar gratitud por las pequeñas cosas que realmente importan, pero sobre todo, las que me permiten ser yo misma.