La historia de chen chen: El médico quería que me hiciera una mastectomía antes de recibir un diagnóstico
chen chen es integrante de la Comunidad de Breastcancer.org en China.
El médico observó los resultados de la mamografía y de la RM y dijo con un tono despreocupado:“Hay una probabilidad muy alta de que tengas cáncer de mama, tienes que someterte a cirugía lo antes posible para extirpar los bultos y ver si son cancerosos. Será una operación importante, así que tienes que firmar algunos papeles y hacerte análisis”. Acto seguido, comenzó a mostrarme las mamas una mama de pacientes anteriores. ¡Tenía las fotos en el teléfono!
Lo primero que se me ocurrió fue: "¿Por qué sería una gran operación, si tengo las mamas tan pequeñas que ni se notarían si no fuera por el sostén?". Se habría considerado un pequeño corte aunque me extirparan las mamas enteras. Entonces pensé que no sería tan grave si me hiciera una mastectomía doble. Podría ponerme mamas más grandes, viendo las fotos que él me mostraba. Resulta que no funciona así. Hay que seguir con el tamaño original.
Pero si me someto a cirugía, entonces ¿cómo podré nadar? En ese momento, estaba aprendiendo el estilo mariposa. Por cierto, no soy deportista, simplemente me encanta nadar. Mi entrenador de natación pensaba que me estaba entrenando para los Juegos Olímpicos. Nunca había visto a nadie pasar tantas horas en la piscina como yo.
Tras recibir la terrible noticia, de alguna manera me sentí afortunada, porque recién había terminado de leer El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl, y estaba profundizando en su obra ese verano, haciendo las anotaciones que tanto me encanta hacer en ciertos libros. Si hubiera estado vivo, le habría escrito un correo electrónico y me habría puesto en contacto con él para decirle lo mucho que me gustaban sus libros. Así que sentí que estaba siendo puesta a prueba. Traté de aplicar la logoterapia para entender mejor esta terrible noticia. Estaba tranquila y empecé a hacer preguntas sobre la enfermedad y por qué no podía simplemente hacerme una biopsia con una aguja en lugar de recurrir a una drástica extirpación de los bultos.
Entonces, un sonido de llanto interrumpió mi conversación con el apático médico. Olvidé por completo que mi hermana estaba detrás de mí. Me di vuelta y le vi los ojos llenos de lágrimas. Y ella le gritó al médico: “¡Pero es tan joven! ¡Aún no se ha casado! ¡No ha tenido la oportunidad de ser madre! ¿Cómo puede pasar esto?”.
Yo pensé: "¿En serio, hermana? ¿Que no esté casada es lo que más te preocupa?". La consolé y me aseguré de que entendía que no me iba a morir. De todos los tipos de cáncer, el de mama es el más fácil de tratar, para el que más tratamientos se han desarrollado.
Y el viejo, calvo y apático médico finalmente intervino: “No hay que preocuparse mucho. Está en un estadio muy temprano, si resulta que es cáncer. Si no, después de la cirugía podrá irse a casa. Ahora bien, ¿quieres ponerte implantes o no? Necesito una respuesta, y el seguro médico no cubre implantes”.
Tenía muchas ganas de salir de esa habitación y librarme de este tipo espeluznante, un reconocido médico especializado en cáncer de mama. Firmé todos los papeles necesarios para hacerme las pruebas previas a la cirugía y me fui con mi acongojada hermana.
Mi hermana me dijo que esperara y empezó a hacer llamadas en el pasillo, preguntándoles a sus amigos médicos y explicándoles mi afección. No pudo evitar echarse a llorar por teléfono, y tuve que contenerme mucho para no lagrimear al verla llorar así. Aparté la mirada y traté de pensar en algo alentador que decirle.
“Está bien. ¡Voy a estar bien! Incluso en el peor de los casos, solo perdería las mamas; además, estoy en una etapa muy temprana. Aquí en Pekín, tenemos los mejores médicos y hospitales”.
Al día siguiente, fui a nadar. Por la tarde, fui al debate de la serie de periodismo en la Embajada de los EE. UU. Fui el alma de la fiesta. Hice reír a todo el mundo.
No volvimos a ese médico; intentamos buscar en otros hospitales, pero las consultas eran increíblemente difíciles de conseguir. Resultó que muchas personas tenían diagnóstico de cáncer de mama en China, y todas venían a Pekín a tratarse. Aquel verano, mi hermana me llevaba en su auto. La mayoría de los días, estábamos entrando y saliendo del hospital, haciendo cola, agotadas. Siempre llevaba conmigo libros o información básica sobre el cáncer de mama para leer. A menudo, había algunas mujeres mayores y jóvenes esperando hacerse quimioterapia, sin cabello, pálidas. Mi hermana es bastante sociable, así que se puso a charlar con esa gente y sus familias, y cuando le contaron el sufrimiento que habían tenido que pasar durante la quimioterapia, se echó a llorar otra vez.
Me apresuré y me la llevé a rastras, porque no podía contener las lágrimas de verla llorar. “Deja de escucharlas. No saben nada del cáncer de mama, y el mío es un caso diferente al de ellas. No tendré que hacer quimioterapia aunque sea canceroso. Por favor, esperemos a ver al médico”. Lentamente, contuve mis lágrimas sin dar muestras de desánimo mientras lo explicaba de la forma más racional posible.
“Es que... me preocupa... que... te duela tanto... tanto pasar por todo eso”, dijo, entre sollozos.
“No va a ser así. La quimioterapia no es mi tratamiento y no lo será”. Lo dije con seguridad, pero tampoco estaba segura. Salí para calmarme y pensé en Viktor Frankl.
Nadie de mi familia, excepto mi hermana, lo sabía. Tenía que entender la carga y la culpa que llevaba por no contarlo y seguir actuando con normalidad cuando llamaban mis padres.
Al final, me atendió una médica en la que pude confiar y, siguiendo su consejo, me hice una biopsia con aguja. El resultado fue bueno, no era canceroso. Me dijo que no debía bajar la guardia, que tenía que volver dentro de un año y hacerme otro análisis.
Fue un gran alivio. Por fin, mi mundo no giraba solo alrededor del hospital.
Esa semana, volví a participar en el debate sobre periodismo. El moderador nos pidió a todos que contáramos algo agradable que nos hubiera ocurrido la semana anterior. Habría sido demasiado compartir el resultado de mi biopsia. Así que dije: “Tuve mucha suerte de encontrarme con la obra de Viktor Frank”.