La historia de Ryn: Cómo recuperé mi resistencia después del tratamiento
Ryn Sloane es integrante de la Comunidad de Breastcancer.org en Baltimore, Maryland, Estados Unidos.
Mi nombre es Ryn, recibí el diagnóstico de cáncer de mama en el 2018 a los 38 años. Yo era muy saludable, me cuidaba, tenía una familia joven y no había antecedentes de cáncer de mama en mi familia.
Me encontré un bulto en la mama izquierda en septiembre de 2018 cuando fui a visitar a mi familia y, en ese momento, tuve una sensación de desolación.
En el término de unas pocas semanas, el médico me revisó, me realizó una biopsia, unas exploraciones y unos análisis y, finalmente, me diagnosticó cáncer de mama CDI, positivo para RE/RP, negativo para HER. En las seis semanas posteriores al diagnóstico, me sometí a una doble mastectomía con expansores y pasé de estar en mi mejor momento a estar en mi punto más débil en lo que pareció ser de la noche a la mañana.
Estaba devastada.
La peor experiencia fue en el hospital después de la cirugía. Un enfermero vino a mi habitación con un andador y me dijo que al final del pasillo me iban a dar el alta.
Estaba muy confundida.
Intenté sentarme, pero no podía. El enfermero tuvo que levantarme. Me resbalé de la cama, y el andador evitó que me cayera al suelo.
En ese momento, me di cuenta de que casi no podía pararme.
La caminata para salir de la habitación y del primer tramo del pasillo fue de las experiencias más difíciles que tuve en mi vida.
Fue totalmente desalentador darme cuenta de que me sometí a una mastectomía y, como resultado, dejaron de funcionar correctamente mis piernas.
No estaba preparada en lo absoluto para tener dificultad para caminar o para estar encorvada como una mujer anciana durante algunas semanas.
Estaba confundida, sentía como si estuviera atrapada dentro de mi cuerpo, deseando salir, pero sin poder hacerlo.
El dolor físico era muy intenso y recuerdo estar sentada con los puños apretados para soportar el dolor de los pinchazos que tenía repentinamente.
Tenía que pedir ayuda constantemente y me di cuenta de la importancia de reconocer las propias limitaciones.
Me considero una persona muy fuerte y no podía ni siquiera cortar mi propia comida. Simplemente no tenía fuerza.
El sofá se convirtió en mi lugar de descanso de tiempo completo durante muchos meses. Dormía en el sofá, comía en el sofá y vivía en el sofá.
Soy una persona muy activa y, de repente, me encontré con tiempo de sobra sin poder hacer nada. Me pasé horas y horas mirando programas aburridos de televisión para matar el tiempo.
Sentía como si estuviera en pausa mientras el mundo seguía funcionando sin mí.
Me sentía sola, pero estaba muy segura de que no me iba a rendir ante el cáncer.
No iba a rendirme sin luchar, incluso si no tenía fuerzas.
A medida que fue pasando el tiempo, empecé a levantarme lentamente.
Me imaginé a mí misma volviéndome más fuerte de lo que era antes del diagnóstico y nunca perdí de vista esa imagen.
Seguí adelante con los tratamientos, consultas y la cirugía posterior.
Después de muchos meses de realizar ejercicio moderados, logré poco a poco mover los brazos por encima de la cabeza.
Pude reírme y encontrar placer en las cosas pequeñas que nos ofrece la vida y que solemos perder de vista.
El cáncer me enseñó muchas cosas.
Creo que me convertí en una persona mucho más fuerte, feliz y un ser humano más compasivo gracias a todo lo que aprendí durante mi batalla y recuperación.
Me llevó 4 años, desde la última cirugía, recuperar mi cuerpo. ¡Y ahora estoy más fuerte que nunca!
Dediqué el resto de mi vida a ayudar a otros sobrevivientes a sanar sus heridas invisibles del cáncer, para que también puedan recuperar su vida.
Pase lo que pase, por favor, ¡nunca te rindas!