Supervivencia

“Casi olvidé que padecí cáncer de mama. De vez en cuando, pienso en la posibilidad de que vuelva a aparecer o de tener otro tipo de cáncer, pero sigo en movimiento y disfrutando de la vida”.

“Soy muy fuerte, tanto de físico como de voluntad, y eso me vino muy bien durante el tratamiento y sigue siendo beneficioso para mí. Me siento honrada y agradecida de seguir estando aquí, ayudando a otros”.

"A fines de julio, me encontré un bulto cuando me desperté: tenía las manos frías y las puse debajo de las axilas. Entonces encontré un bulto en la mama derecha...".

“Tenemos que aceptar que no hay vuelta atrás. Es cuestión de limones o limonada”.

“Sentí un gran temor a que hubiera una recurrencia en cada mamografía que me realizaron durante los cinco años posteriores”.

“Mis médicos me indicaron que no hiciera crossfit ni baile de barra debido a la disección linfática. Yo no estaba de acuerdo con ellos. Creí que podía retomarlo”.

“Cada punzada de dolor o síntoma desconocido reaviva el fuego del miedo. Sin embargo, mantenerse firme frente a la incertidumbre es la esencia de la resiliencia”.

“Puedo llorar, reír, amar... todo. O puedo dejar que me despoje del hermoso ser en el que me estoy convirtiendo. Son mis elecciones”.

“La fuerza era el pequeño motor que podía. Pero no sentía eso. A causa del miedo, las náuseas y el agotamiento, me vi pelada, emocional y físicamente”.

“Leí un artículo sobre una mujer que tenía cáncer de ovario y dijo que el cáncer la había perfeccionado. Me identifiqué con su declaración, ya que cambié muchos hábitos debido a mi diagnóstico de cáncer”.

“De todo el tratamiento, la parte más difícil fue contarles a mis hijos y a mis padres”.

“Yo había plantado esas zanahorias, que no brotaron ni crecieron en mis tiempos. Crecieron exactamente cuándo debían, cómo debían, en el momento divino”.

“Todavía puedo verme sentada en esa silla y al hombre que creí que estaba enamorado de mí, pensando que estábamos construyendo una vida. Y, de repente, todo se vino abajo”.

“Ni el arrepentimiento ni las dudas cambiarían nada, pero ¿qué podía aprovechar de la situación?”.

“Un oncólogo me dijo que era un tipo de cáncer grande y feo. Y me explicó que, a veces, los grandes y feos son los más fáciles de matar”.

“Ocho años después, mi reto ha sido pensar en una posible reaparición. Mi fe me ha ayudado a vivir cada día y a tener pensamientos positivos a diario”.