Riesgo de cáncer de mama y raza
Además de tratar a personas que se sometieron a una cirugía por cáncer de mama, entre los intereses de investigación de la Dra. Fayanju, se encuentran el uso de macrodatos y análisis sofisticados para reducir las disparidades de resultados que se producen después de que una persona recibe un diagnóstico de cáncer de mama y el interés por mejorar el valor del tratamiento del cáncer de mama. En una investigación que realizó cuando fue residente de cirugía general en la Universidad de Washington en St. Louis, descubrió que las mujeres tratadas por médicos de cabecera de la red de seguridad en el área del Gran St. Louis tenían más probabilidades de recibir un diagnóstico de cáncer de mama en un estadio más avanzado que las mujeres con seguro privado. También analizó los motivos de esta disparidad, y su trabajo condujo a una revisión del proceso de derivación de las mujeres subatendidas en el área de San Luis.
En un artículo publicado por New England Journal of Medicine en junio del 2020, se explica que hay al menos dos herramientas ampliamente utilizadas para estimar el riesgo de contraer cáncer de mama que arrojan estimaciones más bajas para las mujeres de color.
En el podcast, la Dra. Fayanju explicará lo siguiente:
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cómo se crearon estas herramientas
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por qué un resultado de riesgo artificialmente menor de padecer cáncer de mama puede ser perjudicial para las mujeres de color
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qué factores considera que se deben incorporar a las herramientas de cálculo de riesgo para las mujeres de grupos minoritarios
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cómo las mujeres de color pueden descubrir con precisión el riesgo de padecer cáncer de mama y desarrollar un plan de detección adecuado con su médico
La Dra. Fayanju es profesora adjunta de la cátedra Helen O. Dickens Presidential y jefa de cirugía mamaria de Penn Medicine, perteneciente a University of Pennsylvania Health System en Filadelfia, PA.
— Se actualizó por última vez el 26 de mayo de 2023, 16:17
Jamie DePolo: Hola. Gracias por escucharnos. Nuestra invitada de hoy es la Dra. Lola Fayanju, profesora adjunta de cirugía en la Facultad de Medicina de la Universidad de Duke. Además de tratar a personas que se sometieron a una cirugía por cáncer de mama, entre los intereses de investigación de la Dra. Fayanju, se encuentran el uso de macrodatos y análisis sofisticados para reducir las disparidades de resultados que se producen después de que una persona recibe un diagnóstico de cáncer de mama y el interés por mejorar el valor del tratamiento del cáncer de mama.
En una investigación que realizó cuando fue residente de cirugía general en la Universidad de Washington en St. Louis, descubrió que las mujeres tratadas por médicos de cabecera de la red de seguridad en el área del Gran St. Louis tenían más probabilidades de recibir un diagnóstico de cáncer de mama en un estadio más avanzado que las mujeres con seguro privado. También analizó los motivos de esta disparidad, y su trabajo condujo a una revisión del proceso de derivación de las mujeres subatendidas en el área de San Luis.
En un artículo publicado el 17 de junio de 2020 en la revista New England Journal of Medicine, en el que se analiza la forma en que se utiliza la raza en las herramientas de evaluación de riesgo de diferentes enfermedades, se determinó que dos herramientas de evaluación de riesgo de cáncer de mama ofrecían estimaciones de riesgo más bajas para las mujeres no blancas.
La Dra. Fayanju nos acompaña hoy para hablar de cómo estas estimaciones de riesgo más bajas pueden perjudicar potencialmente a las mujeres no blancas. También hablaremos de la entrada del blog que escribió sobre las diferencias en el tratamiento del cáncer después de la aparición de la COVID-19. Bienvenida al podcast, Dra. Fayanju. Nos encanta poder volver a hablar con usted.
Dra. Lola Fayanju: Gracias. Me alegra estar aquí de nuevo.
Jamie DePolo: Hablemos primero del artículo en New England Journal of Medicine. Los científicos examinaron una serie de herramientas que predicen el riesgo de una persona de padecer diversos tipos de cáncer, incluidas dos herramientas para el cáncer de mama: la herramienta de evaluación de riesgo de cáncer de mama del Instituto Nacional del Cáncer (NCI, sigla en inglés) y la calculadora de riesgo del Consorcio de Vigilancia del Cáncer de Mama (BCSC). Para comenzar, ¿puede explicarnos cómo se utilizan estas herramientas?
Dra. Lola Fayanju: Desde luego. Ambas herramientas ofrecen una oportunidad para que los médicos evalúen la probabilidad de que una mujer reciba un diagnóstico de cáncer de mama en los siguientes 5 o 10 años, son un poco diferentes entre sí e incorporan una cantidad distinta de información para realizar estas evaluaciones.
La Herramienta de Evaluación de Riesgo de Cáncer de Mama se basa en el modelo de Gail, desarrollado por un bioestadístico sénior de la División de Epidemiología y Genética del NCI. El modelo de Gail incorpora la edad, el inicio de la menstruación o menarquia, la edad al primer parto de un recién nacido vivo, si se tiene o no un familiar de primer grado con cáncer de mama —es decir, madre, hija o hermana—, si se ha hecho biopsias previas, aunque los resultados sean benignos, y cuántas, y si se tiene o no lo que se denomina “atipia”: células con anomalías, pero que no son cancerosas.
El modelo de Gail —que, como he dicho es una herramienta de evaluación de riesgo— reconoce las limitaciones en la medida en que puede predecir con exactitud el riesgo futuro de cáncer de mama en las mujeres de color. En particular, se reconoce que, en el caso de las mujeres afroestadounidenses que se han sometido a biopsias previas, probablemente exista cierto riesgo de subestimación. Y, del mismo modo, en el caso de las mujeres hispanas nacidas fuera de los Estados Unidos, existe un riesgo probable de subestimación. Y sabemos que las mujeres hispanas tienen un mayor riesgo de padecer cáncer de mama si han nacido en los EE. UU., lo cual es un dato interesante.
De todos modos, cuando se observan los datos que se utilizaron para desarrollar el modelo de Gail, se reconoce que el número de sujetos utilizados para construir el modelo es relativamente pequeño para los grupos de minorías subrepresentadas. Y así, en particular, se ve que las afroestadounidenses se validaron utilizando una población que incluía unas 1.600 mujeres con cáncer de mama invasivo y unas 1.600 mujeres sin la enfermedad. La población utilizada para validar el modelo en mujeres asiáticas incluía unas 600 mujeres que tenían cáncer de mama y unas 1.000 sin la enfermedad. Y, del mismo modo, en el caso de las mujeres hispanas, se incluyó una población de alrededor de 1.000 mujeres con cáncer de mama y 1.400 sin la enfermedad. Es decir, se está trabajando en el orden del millar, mientras que, en contraste, en la población de validación se incluyeron 280.000 mujeres blancas. Así que, como puedes imaginar, cuanto mayor sea el número en el que pruebes el modelo, más distinción será necesaria para ver qué características se asocian con el desarrollo del cáncer de mama.
Y eso es solo un ejemplo de cómo, debido a que no había un número suficiente de personas de color en, presumiblemente, la prueba y el conjunto de datos de validación, existe el potencial de falta de capacidad de discernimiento en la evaluación de quién es probable que tenga cáncer de mama y quién no entre las mujeres de color.
La otra herramienta, la calculadora de riesgo del Consorcio de Vigilancia del Cáncer de Mama, es un poco diferente. Ofrece una evaluación de riesgo para los 5 o 10 años subsiguientes, pero abarca una franja de edad algo menor, de 35 a 74 años, mientras que el modelo gubernamental, basado en el modelo de Gail, incluye a las mujeres hasta los 90 años. Y este modelo fue reconocido también para probarse en un grupo grande, pero era un modelo con una población de 1,1 millones de personas que se realizan mamografías, de las cuales 18.000 tenían cáncer de mama invasivo. Y se validó además en un grupo mediante un estudio realizado por la Mayo Clinic.
Así que, una vez más, hay que preguntarse qué proporción de esas pacientes eran personas de color y si el tamaño de la muestra era suficiente para facilitar adecuadamente el discernimiento. Y aunque la advertencia sobre la posible subestimación del riesgo de cáncer de mama en las mujeres afroestadounidenses e hispanas se menciona como parte del modelo de Gail y de la herramienta gubernamental de riesgo de cáncer de mama en la que se basa, no se publicita tanto en la página relativa a la calculadora de riesgo del Consorcio de Vigilancia del Cáncer de Mama. Por lo tanto, las mujeres tienen que tomar esto con pinzas, y los proveedores también tienen que tomar esto con pinzas cuando comunican a las pacientes cuál es su riesgo de cáncer de mama.
Jamie DePolo: Bien. Y la preocupación con la subestimación, obviamente, es que a estas mujeres no se les pueden recomendar pruebas de detección más intensivos o comenzar dichos estudios a una edad más temprana, lo que significaría que, si apareciera un cáncer de mama, este podría pasar desapercibido durante un tiempo y no diagnosticarse hasta estar más avanzado.
Dra. Lola Fayanju: Claro. Varias herramientas de predicción de riesgo de cáncer de mama investigan no solo si alguien se beneficiaría de pruebas de detección más tempranas o más intensivas, por ejemplo, estudios más frecuentes o que incorporen también una RM, sino que también analizan si las mujeres se beneficiarían potencialmente de la quimioprevención, que consiste en tomar una medicación que puede reducir el riesgo de padecer cáncer de mama. Esa es otra razón por la que se utilizan algunas de estas herramientas.
Y las diferentes herramientas se fijan en cosas distintas. Por lo tanto, las mujeres también deben ser conscientes de que una herramienta puede utilizarse para evaluar, por ejemplo, la probabilidad de necesitar quimioterapia o de beneficiarse de la quimioprevención, la quimioprevención médica, mientras que otras herramientas pueden utilizarse para evaluar el beneficio potencial de someterse a una RM de detección o a pruebas de detección más frecuentes.
Jamie DePolo: Bien. Ahora bien, he leído sobre otras herramientas, y no sé cuán extendido está su uso… las herramientas de evaluación de riesgos, digamos, específicamente para las mujeres afroestadounidenses, específicamente para las latinas… ¿Podría hablarnos un poco al respecto? ¿Tienen un uso extendido? ¿Son más precisas?
Dra. Lola Fayanju: Creo que ha habido un fuerte intento de utilizar estas herramientas en personas… en poblaciones de personas de color. Personalmente, no he visto que se utilicen de forma generalizada, pero eso también puede ser un reflejo de patrones de prácticas culturales de las instituciones. Sin duda, creo que es beneficioso mejorar la difusión de estas herramientas entre los médicos para que tengamos una mejor idea de si las personas de color tienen riesgo de padecer cáncer de mama.
Otro de los desafíos de la evaluación de riesgo de cáncer de mama es que existen diferencias entre los grupos. Y, por supuesto, estos grupos siguen siendo entidades heterogéneas, por lo que no se trata de afirmaciones generales para todo el mundo, pero hay algunas diferencias relativas con respecto a cuánto saben o quieren comunicar las pacientes sobre sus antecedentes familiares, lo cual en realidad es un factor muy importante para evaluar el riesgo de cáncer de mama.
A veces, las personas de diferentes orígenes culturales son más reservadas a la hora de reunir información sobre los antecedentes familiares y puede que sepan que alguien de su familia, ya sea su madre o su abuela, ha tenido un “cáncer de mujer”, pero puede que no sepan si ese cáncer era de ovarios o de cuello de útero, lo cual es realmente importante, porque el cáncer de ovario suele estar asociado a cierto tipo de gen predisponente, mientras que sabemos que, en la gran mayoría de los casos, el cáncer de cuello de útero es causado por un virus: el virus del papiloma humano. Por eso, saber si la abuela se sometió a una histerectomía por cáncer de ovario o de cuello de útero es increíblemente importante, y la gente no siempre tiene esa información. Y eso también puede impedirnos evaluar adecuada y correctamente su probabilidad de padecer cáncer de mama en el futuro en función de los antecedentes familiares pertinentes.
Jamie DePolo: Bien. Entonces, en su opinión, ¿necesitamos una herramienta para cada grupo étnico específico? ¿Sería más útil para la gente?
Dra. Lola Fayanju: No estoy segura de que ese sea exactamente el enfoque correcto, pero creo que de verdad tenemos que mejorar nuestra toma de decisiones compartida en torno a las herramientas que tenemos, y luego, potencialmente en el futuro, creo que sería estupendo que pudiéramos incorporar mejor información sobre la ascendencia genética al evaluar quién necesita pruebas de detección.
Reconozco que estamos un poco lejos de esto, pero muchas de las recomendaciones para disminuir las pruebas de detección se basan en estudios realizados en entornos muy diferentes de los Estados Unidos, como Escandinavia, donde no solo tienen una población mucho más homogénea, sino también un sistema de atención sanitaria que está más ampliamente disponible para los pacientes. Probablemente tengan una menor carga de comorbilidades en el país, por lo que creo que es peligroso extrapolar a la población estadounidense que la detección puede ser menos frecuente o puede empezar más tarde sobre la base de estudios realizados en poblaciones que son increíblemente diferentes de esta. Y eso es algo que creo que muchos de nosotros en la comunidad oncológica hemos rechazado.
Yo diría que tenemos que informar mejor a las mujeres sobre las fuentes de nuestros datos para las recomendaciones que hacemos y hacer que participen en procesos de toma de decisiones compartida que tengan en cuenta no solo el deseo de evitar el sobrediagnóstico de tipos de cáncer de mama indolentes, o no agresivos, o incluso biopsias innecesarias de cosas que parecen ser cáncer, pero tienen resultados patológicos benignos. Tenemos que equilibrar nuestra información sobre esas cosas con la mayor prevalencia conocida de ciertas formas agresivas de cáncer en determinados grupos, como el cáncer de mama triple negativo entre las mujeres afroestadounidenses y también con tasas más altas entre las mujeres hispanas.
Así que, creo que en este punto, lo que realmente tenemos que hacer es mejorar nuestra contextualización de los datos y las herramientas que tenemos. Y, luego, creo que tenemos que avanzar en última instancia hacia 1) tratar de revalidar los modelos e incorporar mayores cantidades de personas de color y 2) en última instancia, utilizar la ascendencia genética en lugar de la categorización racial para impulsar las pruebas de detección, porque allí es donde realmente va a estar la diferencia. No se trata de la raza, que es una construcción social y que incorpora muchas cosas además de los genes de los que vinieron tus ancestros. (La raza es algo) mucho más complejo, y usarla como un estratificador de riesgo contundente… creo que no va a ser la mejor manera de avanzar.
Jamie DePolo: Bien. Y también parece que es necesario que haya algún tipo de esfuerzo basado en la cultura, porque si la gente es reacia a hablar con sus familiares o los familiares son reacios a revelar qué tipo de enfermedades tienen, eso puede suponer enormes lagunas en el conocimiento.
Dra. Lola Fayanju: Por supuesto. En ocasiones, algunos centros de atención sanitaria le exigen a un paciente que se presenta para recibir asesoramiento genético, o para hacerse una prueba de detección, si no tiene antecedentes propios de cáncer, que averigüe cuáles de sus familiares han tenido cáncer y, si están vivos, pedirán que esos familiares se hagan la prueba primero, antes de la persona que se presentó inicialmente. Y eso puede ser un verdadero desafío si no tienes una buena relación con tu familiar, si ese familiar no puede pagar las pruebas genéticas en este momento porque hace mucho tiempo que ha superado el período en el que puede haber tenido cáncer, si esa persona simplemente no está dispuesta a hacerlo porque desconfía de que alguien tome muestras suyas y averigüe sus antecedentes genéticos.
Por tanto, creo que debemos ser más generosos a la hora de atender a los pacientes en la situación en que se encuentran, y creo que debemos tomar en serio a las personas que vienen a hacerse pruebas de detección. Es posible que no puedan ir y conseguir el árbol genealógico perfecto ni que todos los integrantes de ese árbol genealógico cumplan con nuestras recomendaciones de hacerse las pruebas. Tenemos que trabajar con quien tenemos y con lo que puede aportar en ese momento. Definitivamente, he visto retrasos en la realización de las pruebas porque se les ha pedido que reúnan información de familiares de los que no siempre se puede obtener esa información.
Jamie DePolo: Bien. Gracias. Ahora, quiero pasar a la entrada de su blog donde hizo algunas predicciones sobre el tratamiento del cáncer. Y la primera se centra específicamente en el cáncer de mama. Allí, dijo que muchas mujeres se harán una mamografía más tarde de lo que deberían o que no se harán ninguna mamografía este año a causa de la pandemia de la COVID-19. Y su predicción, creo, fue muy correcta, porque acabo de ver algunas presentaciones en la reunión de la Asociación Estadounidense para la Investigación del Cáncer (AACR, sigla en inglés) sobre la COVID-19 y el cáncer, y se presentaron los resultados de una encuesta que demuestran que, de hecho, eso fue lo que sucedió.
Entonces, desde su punto de vista, en su consultorio y en su área, ¿fue algo más que el cierre de las instalaciones lo que llevó a este retraso o a saltarse las mamografías?
Dra. Lola Fayanju: Bueno, en todo el país, más o menos en el período que va de finales de marzo a mediados de mayo, se omitieron ampliamente las mamografías, es decir, las mamografías de detección. Por lo tanto, solo hacíamos mamografías, ecografías y RM a las personas que presentaban un síntoma o signo preocupante de cáncer de mama o que ya estaban recibiendo tratamiento para este y necesitaban algún tipo de diagnóstico por imagen de seguimiento para evaluar su respuesta al tratamiento o la posibilidad de recurrencia. Y tenemos este intervalo de 2 meses durante el cual, básicamente, se pausó la detección en todo el país y dicho intervalo puede ser mayor o menor en los bolsillos de algunas personas, según qué tan fuerte fueron afectados por la COVID-19.
Y después, lo que sucedió fue que las mujeres que tenían que, en la mayoría de áreas, retomar una consulta y, si tenían antecedentes de cáncer, retomar una consulta con su oncólogo también porque todas estas cosas habían sido aplazadas. Y la preocupación es que mucho cambió en 2 meses. Muchas personas perdieron sus empleos y de pronto ya no contaban con un seguro por su trabajo que les permita tener cobertura en la detección. Otras personas se dieron cuenta de que tenían que trabajar en empleos adicionales solo para llegar a fin de mes, dado que muchas empresas estaban despidiendo a personas o, incluso si las mantenían, recortando sus salarios, reduciendo sus horas para adaptarse a sus apuros financieros.
Y muchas otras afecciones empeoraron en el tiempo en que la gente no accedía a la atención médica por diversas razones. Y otras especialidades también notaban que las personas se presentaban con enfermedades más graves: una isquemia más grave en las extremidades que, en última instancia, podía llevar a que las personas necesiten amputaciones en mayor proporción, una mayor erosión del cartílago en las articulaciones, de modo que las personas presentan peores niveles de osteoartritis y la necesidad de una posible sustitución articular.
Por lo tanto, básicamente hemos visto muchas personas con diferentes afecciones teniendo que, cuando se presentan en busca de atención, priorizar otras cosas antes que las pruebas de detección del cáncer de mama. Así que, lo que eso significa es que muchas mujeres quienes, quizá ya tenían situaciones económicas y laborales más precarias antes de la pandemia de la COVID-19, simplemente tengan otras preocupaciones en competencia a nivel financiero, logístico, familiar y de salud que implican que la detección es algo que no priorizarán en este momento.
Y la preocupación es que las personas que son más propensas a ser afectadas en este sentido, como mencioné, son las mujeres que se encuentran en una situación socioeconómica precaria, así como también las mujeres que viven en zonas rurales y también pensamos que posiblemente las mujeres de color, dado que sabemos que la pandemia de la COVID-19 ha tenido un efecto desmedido tanto en la morbilidad como en la mortalidad por COVID-19, así como en la secuela socioeconómica posterior a la pandemia.
Jamie DePolo: Bien. Y en un intento por juntar esto, también la preocupación sobre las disparidades es que la mayoría de las mujeres de color, digamos, caen en la línea de pobreza o por debajo de ella, así que pueden ser más propensas a no contar con un seguro que una mujer blanca.
Dra. Lola Fayanju: Sí, más propensas a no tener un seguro, más propensas a simplemente no poder asistir a una mamografía durante el día, ya que están trabajando en otros empleos o tienen que lidiar con tener que cuidar a niños que no pueden asistir a la escuela y no cuentan con otras personas en sus vidas que puedan cuidar a esos niños o mantenerlos en casa.
Así que hay muchas razones por las que las mujeres no se hacen la prueba, y la razón que es alarmante es que nos preocupa que la gente de color se vea desproporcionadamente afectada por lo que llamamos tipo de cáncer de intervalo, es decir, que se descubren entre detecciones. Y lo que es un reto para las mujeres en general es que si tuviste una mamografía normal, digamos, en enero, y luego en mayo notaste un nuevo bulto o una nueva secreción en los pezones o un cambio en estos, muchas mujeres son reacias a decir: “Bueno, necesito otra mamografía”, porque piensan, “Recién me hice una y estaba todo bien”. Pero es totalmente posible que el cáncer apareciera en ese período o que en el momento de la detección original fuera muy pequeño para detectarlo. Así que siempre debemos alentarlas y decir: “¿Sabes algo? Un nuevo síntoma, una nueva señal, justifica un nuevo análisis y no deberías confiarte en el hecho de que estabas “limpia” en tu mamografía hace 4 o 5 meses para no venir”.
Y lo que descubrimos en otra investigación que realicé observando la angustia y los factores estresantes entre las mujeres con diagnóstico de cáncer de mama es que, a menudo, las mujeres de color tienen varias obligaciones familiares que les dificultan venir y obtener atención para sí mismas y ponen a los demás antes que ellas, en lugar de sí mismas. Y como consecuencia, digamos que notaste un bulto en este tiempo y decidiste evitar una mamografía de detección este año. Bueno, también es posible que estés cuidando a tu madre y a tu pareja y también a tu hijo. Puede que simplemente dejes de hacerte examinar ese bulto porque hay otras personas a las que estás cuidando, otras cosas por cuales preocuparte. Por lo tanto, esto es algo que nos preocupa mucho y todavía necesitamos tiempo para confirmar si estas preocupaciones se materializan finalmente.
Jamie DePolo: Bien. Me gustaría preguntar también, he oído algunos investigadores hablar sobre que se necesita desarrollar mensajes para lograr que las mujeres vuelvan a la detección, pero nadie ha hablado específicamente sobre dirigir esos mensajes en particular a las mujeres de color con el fin de, quizá, sobreponerse a algunas de esas disparidades. ¿Ha escuchado algo al respecto?
Dra. Lola Fayanju: Una de las cosas más alentadoras sobre el tipo de historia del cáncer de mama en los Estados Unidos es que, de hecho, tenemos índices bastante altos de detección entre grupos étnicos y raciales excepto entre los indígenas estadounidenses. Pero si analizas los datos de los últimos 20 años, la diferencia entre las proporciones en las cuales las mujeres negras, latinas, blancas y asiáticas se realizan pruebas de detección entre las edades de, digamos, 50 a 64 años no son tan diferentes. La gente acude realmente a las pruebas de detección, por lo que la elección de las comunidades y los mensajes han tenido bastante éxito.
El reto, a menudo, es qué hacer si esa prueba de detección tiene un resultado anormal. Y es ahí donde nos preocupa que estemos perdiendo personas. Vas a la detección con la idea de que las cosas saldrán bien. A veces, las personas van con una hermana, con una amiga, van juntas a la Mammovan o a la clínica para tener quien las acompañe. Tienes alguien que te apoya. Pero si una regresa con lo que llaman una estimación de informe de diagnóstico por imágenes del seno y sistema de datos (BI-RADS, sigla en inglés) de 0, lo cual significa que es un resultado de diagnóstico por imágenes en el que se indica que necesitas más estudios, ¿estamos perdiendo personas ahí? ¿Estamos perdiendo a la gente y haciendo que no vuelva a consultar? Y es algo que me interesa estudiar, sé que hay algo de interés en estudiar eso en la literatura, pero todavía no tenemos grandes respuestas sobre ello.
Jamie DePolo: Bien. Ya veo. Bueno, sin dudas me gustaría conversar con usted cuando obtenga algunos resultados. También mencionó, en la entrada de su blog, que espera que se perfeccionen las pautas de detección. ¿Podría hablarnos un poco al respecto y contarnos a qué se refiere?
Dra. Lola Fayanju: Hay muchas recomendaciones contradictorias sobre la detección, algunas dicen que comienza a los 40 años. Otras dicen que comienza a los 45 años. Otras dicen que comienza a los 40, pero que debes hablar con tu médico sobre si es conveniente o no para ti. Así que pienso que necesitamos continuar teniendo estas conversaciones más matizadas con los pacientes, pero creo en particular, que debemos ser muy cuidadosos de no minimizar el riesgo del cáncer de mama entre las mujeres de color, quienes se sabe que presentan mayores índices de cáncer de mama premenopáusico y patología más agresiva y biomarcador de subtipo cuando se presentan.
Por lo tanto, en cuanto a perfeccionamiento, sospecho que lo que significará es que estamos menos ansiosos por tratar y retrasar la fecha, o la edad, en la cual alguien se realiza la prueba de detección si se trata de una persona de color, reconociendo en la población un incremento de riesgo en edad temprana del cáncer de mama y la agresividad en el diagnóstico. Así que, por perfeccionamiento, quiero decir que necesitamos no solo suponer: “Bueno, a menos que tengas muchos antecedentes familiares o a menos que tengas un gen, puedes empezar a los 45 o 50 años”. Creo que necesitamos decir: “Para las mujeres de color, dada la preocupación a nivel de población, tenemos que iniciar una conversación sobre cuándo deberías empezar a realizarte la detección antes”, y no solo utilizar pautas basadas, como mencioné, en datos recopilados en poblaciones y países que son muy diferentes a los Estados Unidos y que esencialmente no tienen personas negras.
Jamie DePolo: Bien. Y por último, para dar un tipo de plan de acción o una dirección para las personas, si una mujer es negra, latina, asiática, indígena estadounidense—esencialmente todas las mujeres no blancas— ¿cómo recomendaría que ella enfoque el descubrimiento de su riesgo personal de cáncer de mama y desarrolle un plan de detección? Obviamente, tiene que hacerse en conjunto con su médico, pero ¿cómo debería proceder ella?
Dra. Lola Fayanju: Creo que una de las cosas que todas las mujeres deben hacer es tener conversaciones muy honestas con los miembros de su familia sobre antecedentes familiares. Tenemos que apartarnos de ser imprecisos o circunspectos sobre lo que las personas han pasado. He tratado personalmente a miembros de la familia que no sabían que la otra persona tenía cáncer de mama, y esa es una situación desgarradora. Primero, porque no pueden proporcionarse mutuamente el apoyo que necesitan, pero además, no saben hasta qué punto el cáncer de esa otra persona puede afectar la trayectoria de otras personas de su familia porque ahora hay varias personas que tienen cáncer de mama en la familia, no solo uno de ellos.
Y así, animaría a las mujeres a que: primero, consigan un médico de cabecera para que cuenten con alguien que esté atento a estas cosas y pueda aconsejarlas y realizar una mamografía y seguimiento de los resultados contigo. Segundo, las mujeres necesitan tener realmente conversaciones sinceras con sus familiares sobre sus antecedentes familiares y conocerlos muy bien para poder ser defensoras informadas de sí mismas. Y tercero, creo que deben empezar a tener conversaciones con su médico de cabecera a partir de los 35 años para pensar si son o no personas que se beneficiarían de una detección temprana del cáncer de mama o de pruebas de detección más intensivas. ¿Esas conversaciones comienzan más temprano? Entonces, hay una buena posibilidad de que una mujer que, por diferentes razones, tiene un riesgo potencialmente mayor pueda detectar un cáncer antes de lo que habría hecho si hubiera sido un actor pasivo en la toma de decisiones sobre su propia salud.
Jamie DePolo: Bien. Muchas gracias. Te agradecemos que te hayas tomado el tiempo. Esta información ha sido muy útil.
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