Tratamiento para el cáncer de mama en personas LGBTQ+
En un artículo de JAMA Oncology, el Dr. Erik Eckert, de Stanford, y sus colegas descubrieron que las personas LGBTQ diagnosticadas con cáncer de mama enfrentan demoras en los diagnósticos, y su riesgo de recurrencia es tres veces más alto que el de las personas heterosexuales cisgénero.
En este episodio, el Dr. Eckhert explica lo siguiente:
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la discriminación que sufren las personas LGBTQ+ cuando asisten a las consultas médicas y a otras consultas para recibir atención sanitaria
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por qué decidió realizar el estudio y cuáles fueron los resultados
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los siguientes pasos en esta investigación
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cómo pueden asegurarse las personas LGBTQ+ de que estén recibiendo la mejor atención de manera oportuna ya sea para tratar el cáncer de mama o cualquier otro problema
Dr. Erik Eckhert, MS, becario de investigación de posdoctorado en hematología y oncología del Hospital de la Universidad de Stanford. Cuando estudiaba para obtener su licenciatura en biología molecular y celular y en estudios sobre el género, el Dr. Eckhert comenzó a interesarse en la manera en que las normas sociales perpetúan las desigualdades en la atención sanitaria de las personas LGBTQ+. Luego de graduarse como médico y obtener un máster en ciencias de la salud y medicina a través del programa conjunto de medicina de la Universidad de California en Berkeley y en San Francisco, finalizó la residencia de medicina interna y obtuvo una beca de investigación de posdoctorado en la Universidad de Stanford. En Stanford, colaboró en el diseño del currículo de medicina interna de la universidad para residentes especializado en la salud de personas LGBTQ. También se dedicó a la docencia del currículo y lideró muchas iniciativas para mejorar la calidad de la atención que reciben las personas LGBTQ en el hospital.
— Se actualizó por última vez el 7 de julio de 2025, 15:12
Jamie DePolo: Hola. gracias por escucharnos. Nuestro invitado de hoy es el doctor Dr. Erik Eckhert, miembro del posgrado en hematología y oncología del hospital de la Universidad de Stanford. Cuando estudiaba para obtener su título de grado en biología molecular y celular y estudios de género, el Dr. Eckhert comenzó a interesarse en la manera en que las normas sociales perpetúan las inequidades en la atención sanitaria de las personas LGBTQ+. Luego de obtener su título de grado en medicina y un máster en ciencias de la salud y medicina, obtuvo una beca para estudiar un posgrado en la Universidad de Stanford, donde ayudó a diseñar el programa de estudio de medicina interna de Stanford especializado en la salud de personas LGBTQ y donde también fue docente de médicos residentes con el mismo programa.
El Dr. Eckhert publicó recientemente un estudio en JAMA Oncology sobre las disparidades en el tratamiento para el cáncer de mama en personas LGBTQ+, y hoy nos acompaña para hablar acerca de su investigación. Bienvenido al podcast, Dr. Eckhert.
Dr. Erik Eckhert: Gracias por invitarme.
Jamie DePolo: Antes de centrarnos en su estudio, me gustaría que nos contara un poco sobre la discriminación que sufren las personas LGBTQ+ cuando asisten a consultas médicas y a otras consultas para recibir atención sanitaria.
Dr. Erik Eckhert: Sí. Por supuesto. Para poner en contexto el alcance del problema al que se enfrentan las personas LGBTQ+ cuando van al médico, es conveniente explicar quiénes son las personas LGBTQ actualmente en los Estados Unidos. El 7,1 % de los estadounidenses se identifican como LGBT. Ese porcentaje está compuesto por un 1 % de lesbianas, un 4 % de bisexuales, un 1,5 % de gais y un 0,7 % de personas transgénero. Y sabemos que todas las orientaciones LGBT trascienden cualquier raza y grupo étnico por igual, y también sabemos que está mejor aceptado socialmente declararse LGBT y, con cada generación de estadounidenses, el porcentaje que se identifica como LGBT es cada vez mayor.
Por ejemplo, en la generación anterior a los “baby boomers”, que se conoce como los “tradicionalistas”, este porcentaje era del 0,8 % de la población. En la generación de los “baby boomers”, era del 2,6 %; en la generación X, del 4,2 %; en la de los millennials, del 10,5 %; y según una encuesta de Gallup de 2021, en la generación Z, un 20,8 % de la población se identifica como LGBT.
Cuando hablamos de discriminación, hay que tener en cuenta que es un tema que habrá que seguir debatiendo porque el porcentaje de la población que se identifica como LGBT sigue en aumento.
En cuanto a la discriminación, las personas LGBT la experimentan en los entornos de atención sanitaria, básicamente, según todas las métricas que conocemos. Por ejemplo, en 2013, según el índice de igualdad en la salud de Human Rights Campaign, el 56 % de los adultos LGB y el 70 % de los adultos transgénero informaron que vivieron experiencias discriminatorias en el entorno de atención sanitaria a lo largo de su vida.
En 2017, Transquality.org realizó una encuesta en la que participaron 28.000 personas y reveló que, en un período de un año, por ejemplo, en el último año, el 33 % de los encuestados informaron experiencias negativas con los proveedores de atención sanitaria que incluyeron negativa para recibir tratamiento, acoso verbal, acoso sexual, violencia física o el hecho de tener que enseñarle al propio médico cómo brindarles cuidados. En correlato con esta información, el 23 % de las personas transgénero informan haberse demorado en obtener atención por miedo a la discriminación.
Y eso no es algo exclusivo de la comunidad transgénero. Sabemos que, si bien solo el 13 % de las personas LGBT asistieron a una clínica de salud específica para personas LGBTQ, más de la mitad desearía poder haber asistido por miedo a recibir discriminación en otros entornos de atención sanitaria. De igual manera, las pacientes lesbianas que experimentan conductas discriminatorias por parte de los profesionales tienden a buscar asesoramiento en línea en lugar de volver al médico y también tienden a ocultarles su orientación sexual a los médicos que las discriminan o que no saben cómo establecer un canal de comunicación.
Y toda esta información es respaldada por lo que los médicos LGBTQ ya saben. En una encuesta de 2010 en la que participaron médicos LGBT, el 65 % informó haber escuchado comentarios despectivos por parte de otros profesionales de la salud sobre pacientes LGBT, y el 34 % vivenció en primera persona conductas discriminatorias hacia un paciente LGBT. Por lo tanto, este es un problema muy importante que afecta de manera desproporcionada a esta población.
Jamie DePolo: Sí. Esas cifras son muy tristes y desalentadoras. Me surge una pregunta, ya que mencionó que a las personas les gustaría poder asistir a una clínica específica para personas LGBTQ.
Dr. Erik Eckhert: Sí.
Jamie DePolo: Si cada vez más personas se identifican como parte de esta comunidad, ¿hay cada vez más clínicas, es decir, la cantidad de estas clínicas aumenta en igual medida?
Dr. Erik Eckhert: Es una excelente pregunta. La respuesta corta es que no. Hay más clínicas ahora que en el pasado, eso sí. Creo que las cifras están creciendo poco a poco, pero hay una disparidad en la cantidad de proveedores que están capacitados para brindar cuidados específicos a esta población en comparación con la cantidad de personas que los necesitan. En parte, de allí surgió mi deseo de diseñar e implementar el programa de estudio para médicos residentes de medicina interna de Stanford. Durante mi residencia en Stanford, noté que este programa no existía, y hay que tener en cuenta que Stanford está en el área de la Bahía de San Francisco, un lugar muy conocido por su amabilidad hacia las personas LGBTQ, por lo que me sorprendió que no hubiese educación específica sobre el tema. Y hay una gran diferencia entre ser amable y ser experto en la materia.
Cuando acudes al cardiólogo porque te duele el pecho, es agradable ver que sonríe y usa un pin en forma de corazón en la solapa de la bata, pero si en realidad no tiene los conocimientos técnicos para mantenerte saludable, no será de mucha ayuda. Desafortunadamente, creo esto es algo que sucede en muchos entornos de atención primaria, donde se ven pines y pegatinas de la bandera con los colores del arcoíris. Es un gesto agradable, sirve como primer paso y, de hecho, aún no se ve en todos lados. Sin embargo, en estos lugares donde han reconocido la iconografía como primer paso, siento que existe una barrera entre dar ese primer paso y enseñarle al personal médico y de enfermería las destrezas técnicas específicas que se necesitan para brindar cuidados a la población LGBT y, en última instancia, poner esto en práctica.
Jamie DePolo: Sí. Bien. Hace mucho tiempo que se interesa en las disparidades que enfrentan las personas LGBTQ+ al recibir atención sanitaria. Me pregunto por qué en su último artículo se centró, concretamente, en el cáncer de mama.
Dr. Erik Eckhert: Es una excelente pregunta porque, en realidad, mi interés clínico se basa en la hematología maligna, es decir, la leucemia y el linfoma, pero hace ya un tiempo me interesé en el cáncer de mama en la población LGBTQ desde una perspectiva antropológica. Esto surge a raíz de las complejidades que implica pertenecer a una comunidad de una minoría sexual y de género y someterse a procedimientos médicos que están asociados con las partes sexualizadas del cuerpo que de por sí están enmarcadas en el contexto médico heterocisnormativo.
Como el público es variado, voy a explicar el concepto de la heteronormatividad. Georges Canguilhem fue uno de los grandes historiadores médicos del siglo XX y, a mediados de siglo, escribió un libro llamado The Normal and the Pathological (Lo normal y lo patológico). En ese libro, expresa que nuestras ideas contemporáneas sobre lo que es normal en torno a la salud del ser humano surgen originalmente de la distribución normal en el ámbito de la estadística, que hace referencia a la famosa curva de campana que se ve en los medios científicos más populares.
Pero este concepto contiene muchos errores de lógica. Por un lado, que algo sea común en una población no significa que sea más óptimo para la salud del ser humano que algo que no es tan común. Por ejemplo, si consideramos la presión arterial de todos los adultos mayores de 40 años en los Estados Unidos que no toman medicación para controlar la presión arterial y luego registramos la presión arterial de todas esas personas, veremos que el intervalo de distribución normal de la presión arterial es significativamente mayor que el valor de presión arterial que se considera saludable según la investigación clínica con respecto al riesgo de sufrir ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares en el futuro. En ese ejemplo, la minoría de personas cuya presión arterial está por debajo de 120/80, en realidad, es más saludable que la norma.
Otra razón por la cual esta lógica es incorrecta es que, en el ámbito estadístico, extrapolar datos de una característica en el nivel de población a una persona se denomina “falacia ecológica”. Es algo que cualquier estudiante de primer año de medicina y de estadísticas aprende en clase. En el ejemplo de la presión arterial, la falacia ecológica es asumir que tu presión arterial está alta solo porque la presión arterial del adulto promedio que no toma medicación está alta.
No debemos incurrir en este error. No podemos tomar datos de la población para saber lo que sucede a nivel individual. Retomando el punto anterior, la heterocisnormatividad se basa en estas falacias de lógica en virtud de las cuales se asume que el género cis y la heterosexualidad son las combinaciones sexuales y de género óptimas para las personas solo porque son las más comunes en la población general. Sin embargo, los sistemas de prestación de atención sanitaria, la investigación médica y la educación médica son casi siempre heteronormativos debido a estos sesgos implícitos.
Si a alguien le interesa saber más sobre cómo la heteronormatividad se cruza con el tratamiento para el cáncer de mama, recomiendo muchísimo el libro del profesor S. Lochlann Jain, un antropólogo de Stanford, que se titula Malignant (Maligno) y es en parte autobiográfico y en parte sobre antropología médica y en el que relata su experiencia como una persona transmasculina diagnosticada con cáncer de mama.
Ese es el contexto que me atrajo, porque sabía que había algo interesante para investigar desde un punto de vista social, y pensé que podía plasmarse bien. Eso fue lo que despertó mi interés. Además, mientras creaba el programa de estudios de medicina interna sobre la salud en el entorno LGBT, descubrí que, si bien la bibliografía oncológica estaba repleta de investigaciones y descripciones cualitativas de personas LGBT que habían recibido cuidados y habían contado sus experiencias de discriminación sutil y evidente que habían vivido, aún faltaban datos cuantitativos de alta calidad sobre los resultados de salud de personas LGBT diagnosticadas con cáncer. Y, por más que nos pese, los datos cuantitativos son los que motivan a los responsables de formular políticas a impulsar cambios. Por eso necesitábamos estos datos cuantitativos; por un lado, para saber lo que estaba pasando y, por otro, para impulsar un cambio.
Con eso en mente, me propuse aprovechar el poder de mi mentora, la Dra. Kurian. La Dra. Allison Kurian es la directora del área de genética oncológica en Stanford y cuenta con una base de datos magnífica sobre cáncer de mama llamada Oncoshare. Allí se integran datos de personas diagnosticadas con cáncer de mama provenientes de los sistemas de atención sanitaria de Stanford y Sutter Health asociados al Registro de Cáncer de California. Yo utilizo estos datos para caracterizar las disparidades en la atención sanitaria de las personas que pertenecen a minorías sexuales y de género y fueron diagnosticadas con cáncer de mama.
Por lo tanto, se combinaron varios factores, como un contexto social interesante, una base de datos a disposición y, por así decirlo, el lugar y el momento adecuados.
Jamie DePolo: Bien. Eso me lleva a la siguiente pregunta. ¿Podría resumir el estudio y contarnos qué descubrieron?
Dr. Erik Eckhert: Sí. Se trata de un estudio retrospectivo de casos y controles pareados en el que se compararon personas de minorías sexuales y de género diagnosticadas con neoplasias mamarias y tratadas en la Clínica de Oncología Mamaria de Stanford con pacientes heterosexuales cisgénero diagnosticados con cáncer de mama. Se compararon según el año del diagnóstico, la edad al momento del diagnóstico, el estadio de la enfermedad y algunas de las características tumorales, en concreto, el estado respecto de los receptores de estrógeno y los receptores de HER2.
Después de realizar esa comparación, analizamos distintas métricas asociadas a los resultados y otras cuestiones que pueden generar conclusiones confusas con respecto a un tema, y los resultados estaban relacionados específicamente con la pertenencia a una minoría sexual y de género. Por ejemplo, analizamos el estado socioeconómico y el estado respecto del seguro médico y descubrimos que no había diferencias entre las dos cohortes para esas variables.
La población que era una minoría sexual y de género contaba con más pacientes blancos y latinos que la cohorte de pacientes heterosexuales cisgénero, pero esta última cohorte tenía más pacientes asiáticos y nativos de las Islas del Pacífico. Por ende, era importante llevar a cabo un análisis de sensibilidad para asegurarnos de que las diferencias étnicas y raciales no afectaran nuestros resultados, y estos no se vieron afectados.
Entonces, los resultados principales indicaron que las personas que pertenecían a una minoría sexual y de género experimentaron retrasos en el diagnóstico a partir de la aparición de los síntomas en comparación con las personas heterosexuales cisgénero. El retraso fue de casi el doble de tiempo, por lo que la mediana de tiempo hasta recibir el diagnóstico fue de 54 días frente a 34 días. También descubrimos que las personas que pertenecían a minorías sexuales y de género tendían a rechazar el tratamiento recomendado por el oncólogo: 38 % frente a 28 %. Más importante aún, las personas pertenecientes a minorías sexuales y de género tuvieron índices más altos de recurrencia del cáncer, es decir, recurrencia local y recurrencia metastásica, en comparación con los heterosexuales cisgénero: 32 % frente a 13 %.
Como dije antes, todos estos hallazgos siguieron siendo estadísticamente significativos en los análisis con múltiples variables luego de ajustar en función de pruebas de varias hipótesis (que significa formular muchas preguntas científicas) y también en el análisis de sensibilidad ajustado por raza y etnia.
Jamie DePolo: Muy bien, gracias. Quiero preguntarle por algunos de los resultados. Respecto del tiempo hasta recibir el diagnóstico, dijo que abarcaba desde la aparición de los síntomas hasta recibir el diagnóstico, ¿tiene idea a qué se debe esta diferencia? Me pregunto, según lo que dijo antes, ¿podría ser que una persona de la comunidad LGBTQ que no confía del todo en los médicos no acude al médico de inmediato tras notar síntomas, razón por la que recibe un diagnóstico tardío?
Dr. Erik Eckhert: Es una pregunta excelente. Ambos factores entran en juego: las personas LGBT que presentan síntomas y el factor a nivel del proveedor. Esto coincide con los datos cualitativos y bibliográficos existentes en función de los cuales sabemos que las personas LGBT acuden más tarde para recibir cuidados o directamente no acuden al médico debido a una desconfianza hacia la comunidad médica o a experiencias previas negativas. También sabemos que, cuando estas personas acuden al médico, tienen más probabilidades de experimentar discriminación sutil y evidente, que a veces se manifiesta como tiempos de espera más prolongados para realizarse los controles médicos correspondientes.
Jamie DePolo: Bien. Y hay otra cosa que me resultó muy interesante. Si entendí bien los resultados que explicó, los factores de riesgo de contraer cáncer de mama entre cada grupo, es decir, entre las personas heterosexuales cisgénero y las personas LGBTQ, eran similares. Me pregunto, ¿por qué creen que se observa un índice mucho más alto de recurrencia?
Dr. Erik Eckhert: Sí. Cuando diseñé el estudio, me aseguré de que evaluáramos varios factores de riesgo muy relevantes relacionados con la exposición al estrógeno de por vida, además de los factores de riesgo de cáncer habituales, como el tabaquismo y el consumo de alcohol. Y esperaba que las diferencias en cuanto a los factores de riesgo pudieran explicar cualquier resultado de disparidad que encontráramos en la atención sanitaria. No esperaba encontrar lo que encontramos, que fue que los factores de riesgo, como bien dijiste, estaban muy bien equilibrados y, sin embargo, se observaba una disparidad en los resultados.
Para responder a tu pregunta, creo que es necesario realizar más investigaciones. No tenemos una idea clara, en función de los datos que están disponibles, sobre por qué los índices de recurrencia difieren tanto. Sin dudas, es probable que tenga que ver el hecho de que los pacientes que pertenecían a minorías sexuales y de género tendían a rechazar el tratamiento oncológico recomendado, y la modalidad terapéutica que rechazaban con mayor frecuencia era el tratamiento antiestrogénico del cáncer de mama positivo para receptores de estrógeno.
Pero no creo que esa sea la explicación. Creo que es una combinación entre una clara desconfianza en los médicos y la posibilidad de no recibir un tratamiento adecuado o al menos no recibirlo durante el tiempo adecuado. Pero sí creo que hay otros factores que seguro no pudimos dilucidar en este estudio retrospectivo realizado en un único centro.
Jamie DePolo: Bien. Muy bien, gracias. Sé que la terapia hormonal es difícil porque suele durar unos cinco o diez años después de la cirugía. Y he hablado con personas que están en tratamiento y dicen que los efectos secundarios pueden ser muy problemáticos y molestos. Sé que en su estudio descubrieron que las personas que pertenecían a minorías sexuales y de género tendían a rechazar este tratamiento, pero vi otros estudios en los que se demuestra que hasta el 50 % de las personas a quienes se les receta terapia hormonal para tratar el cáncer de mama después de la cirugía no completan la totalidad del tratamiento o bien no lo llevan a cabo según las indicaciones. Por ejemplo, no toman el comprimido todos los días, o lo toman día por medio.
Dr. Erik Eckhert: Sí.
Jamie DePolo: Esta conducta afecta el riesgo de recurrencia, supongo. Por eso me resulta muy curioso que las personas que pertenecen a una minoría sexual y de género tiendan a rechazar este tratamiento de plano, pero en su estudio no se tuvo en cuenta el cumplimiento terapéutico, ¿verdad?
Dr. Erik Eckhert: Sí. Es un buen punto. El rechazo y el cumplimiento se incluyeron en una categoría dentro del estudio. En parte, esto se hizo porque en el estudio contamos solo con 92 pacientes que pertenecían a una minoría sexual y de género frente a 92 controles heterosexuales cisgénero. Entonces, la potencia estadística del estudio era relativamente baja en comparación con las cohortes nacionales de cientos de miles o decenas de miles de personas, y ese es, en realidad, el siguiente paso. Cuando tienes un tamaño de muestra lo suficientemente grande, puedes hacer preguntas más específicas y tienes la potencia estadística para detectar las diferencias.
Por eso me parece que el principal aprendizaje de este estudio no es necesariamente las disparidades individuales per se, sino la necesidad de comenzar a recolectar estos datos de manera prospectiva a escala nacional y agregarlos a registros de cáncer. Además, es necesario asegurarnos de que los principales sistemas hospitalarios estén recolectando esta información, es decir, la orientación sexual y la identidad de género (OSIG), de manera sistemática. De lo contrario, si no contamos con los datos, no podemos identificar las disparidades en la atención sanitaria. Y, si no puedes ver las disparidades en la atención sanitaria, no puedes solucionarlas.
Jamie DePolo: Por supuesto. Claro. Parece que su estudio fue un primer paso muy importante y necesario, ¿tienen pensado seguir avanzando en este tema? Lo pregunto porque pareciera que está muy ocupado estudiando varios temas. ¿Tiene pensado continuar esta investigación o realizar otras centradas en el cáncer de mama?
Dr. Erik Eckhert: Sí. Creería que sí. Me gustaría seguir ocupándome de este tema y seguir publicando material sobre el cáncer de mama en las minorías sexuales y de género. Mi objetivo es comenzar a pensar en cómo este tipo de preguntas que surgieron en Stanford podrían surgir también en otros entornos de atención sanitaria y qué podría hacerse al respecto. Por ejemplo, los datos de Kaiser. Kaiser tiene bases de datos enormes con millones de pacientes que podrían utilizarse como próximo paso. Además, dentro de los próximos cinco o diez años, algunas de las bases de datos de cáncer nacionales habrán acumulado suficientes datos sobre OSIG, de modo que podremos analizarlos. Por ejemplo, no solo en Kaiser, que tiene una población más grande, sino que podremos analizar estas cuestiones a nivel nacional.
Jamie DePolo: Parece que podría resultar muy útil. Quisiera retroceder un poco y hablar en términos más generales. Usted ayudó a diseñar el programa de estudios especializado en la salud de personas LGBTQ en Stanford y…
Dr. Erik Eckhert: Sí.
Jamie DePolo: …mencionó que este no existía cuando usted hizo su residencia. ¿Sabe si la mayoría de las facultades tienen un programa de este tipo o cree que lo tengan?
Dr. Erik Eckhert: Sí.
Jamie DePolo: ¿Y podría decirnos qué contenía su programa de estudios?
Dr. Erik Eckhert: Así que, sí. Como mencionamos antes en el podcast, sabemos que no hay suficientes médicos expertos en la salud de personas LGBTQ. La mitad de los pacientes LGB y el 90% de los pacientes transgénero expresan en las encuestas que no hay suficientes profesionales de atención sanitaria que sepan cómo brindarles cuidados. Así que la respuesta es que, primero que nada, no hay suficientes profesionales, independientemente de la cantidad de programas de capacitación médica que incluyan o no este tipo de formación. Hace unos diez años, se realizaron encuestas en facultades médicas de los Estados Unidos sobre la cantidad de horas de contenido específico sobre salud en personas LGBT que incluían en sus programas de estudios. La gran mayoría de los programas médicos encuestados informó una mediana de cinco horas de este tipo de contenido en un programa de estudios de capacitación médica de cuatro años en la facultad de medicina.
Más de la tercera parte de esas facultades informaron que contaban con cero horas durante los años de formación clínica, es decir, los segundos dos años, y entre un 5 % y un 10 % informaron que contaban con cero horas durante los primeros dos años. Así que, sin dudas, hay mucho por hacer. Además, prácticamente, no hay información sobre la cantidad de programas de residencia de medicina interna disponibles. Por cierto, la residencia de medicina interna es el punto de partida estándar que debe atravesar cualquier médico oncólogo para obtener su título en los Estados Unidos.
Esto significa que, si los médicos oncólogos no se están capacitando como residentes o si no sabemos cómo lo están haciendo, entonces, en realidad, no sabemos nada sobre qué tipo de educación reciben estas personas cuando finalizan sus estudios en la facultad de medicina. Lo que sí sabemos es que, en una encuesta sobre prácticas médicas académicas en los Estados Unidos, el 52 % de los encuestados informó que sus médicos contaban con cero capacitación sobre salud en el entorno LGBT, y solo el 16 % de las prácticas informadas contaban con algún tipo de capacitación integral sobre el tema para los médicos o para el personal.
Como puedes ver, esto es un problema. Hoy en día, el programa de estudios que diseñé consta de seis módulos. Hay un módulo sobre la salud de personas LGB y sobre las disparidades en la salud de personas LGB, un módulo sobre la salud de personas transgénero y las disparidades en la salud de estas personas, un módulo sobre la prestación de cuidados orientados a la afirmación de género para los médicos de atención primaria, un módulo sobre el VIH y las enfermedades de transmisión sexual y un módulo sobre las pruebas de detección del cáncer de ano. Para los oyentes que no lo sepan, porque este es un podcast sobre el cáncer de mama, las pruebas de detección del cáncer de ano son importantes en hombres que tienen relaciones sexuales con otros hombres. En esta población, puede pensarse como el equivalente al cáncer de cuello uterino. Ambos tipos de cáncer son causados por el virus del papiloma humano, y se pueden prevenir con la vacuna contra este virus. Las pruebas de detección del cáncer de ano se encuentran entre las pocas modalidades de detección de cáncer de las que se ha demostrado que traen beneficios sobre la mortalidad. Por lo tanto, es muy importante. Este beneficio sobre la mortalidad fue demostrado este año en The Lancet HIV por Van der Zee et al., mediante un estudio de Países Bajos sobre hombres que son VIH positivos y tienen relaciones sexuales con hombres.
Y en el último módulo analizamos los sesgos en la estructura heterocisnormativa para lograr que las personas comiencen a cuestionar los sesgos con los que convivimos todos, lo que entendemos como normal y saludable.
Jamie DePolo: Bien. En verdad, no sé bien cómo funciona la capacitación para la residencia médica, por lo que pido disculpas si es una pregunta ignorante. ¿Han considerado la posibilidad de compartir este programa de estudios con otras instituciones o prefieren no compartirlo?
Dr. Erik Eckhert: Sí. Es una buena pregunta. Se está desarrollando un programa de estudios, creo que a cargo de Matt Schabath, de Moffitt en Florida, Moffitt Hospital, Moffitt Cancer Center, y se supone que la idea es generalizarlo para los proveedores de atención sanitaria. Pero, según creo, este programa de estudios se centra más en la capacitación sobre la sensibilidad y la humildad cultural, y ese tipo de cuestiones.
Hasta donde sé, la capacitación en destrezas técnicas en estos temas no se ha generalizado, y creo que es una buena idea. Sin dudas, creo que sería muy positivo implementarlo en otros lugares en los que quizás no hay alguien que se interese en este nicho, como es mi caso, pero para responder a tu pregunta, la gente tiende a enseñar su propio contenido a sus residentes. No creo, necesariamente, que deba ser así, pero esa suele ser la práctica en la actualidad.
Jamie DePolo: Bien. Por último, para cualquier oyente que esté escuchando y quiera saber, ¿cómo pueden asegurarse las personas LGBTQ+ de que estén recibiendo la mejor atención sanitaria de manera oportuna? Ya sea para el tratamiento del cáncer de mama, la detección del cáncer de mama o cualquier otra cuestión de salud. ¿Tiene algún consejo para estas personas?
Dr. Erik Eckhert: Sí. Mi mayor recomendación para las personas LGBT es que participen en el sistema de atención sanitaria, y sé que es más fácil decirlo que hacerlo. Hablamos acerca de las estadísticas sobre discriminación y fallas en el tratamiento, y la salida más fácil sería no participar, ¿verdad? Pero hay que tener en cuenta que se trata de tu salud, y la mejor manera que tienes para mantenerte saludable es seguir participando en el sistema médico. Encuentra un proveedor de atención primaria con quien tengas una buena relación terapéutica y en quien puedas confiar y mantén un seguimiento para acudir a consultas médicas de rutina.
Si vives en una ciudad grande donde tienes acceso a muchos proveedores que son amigables con la comunidad LGBTQ, te recomiendo que investigues un poco y veas si puedes encontrar a alguien que no solo sea amigable, sino también experto en el tema. Puede ser alguien que haya realizado publicaciones en áreas relacionadas con la salud de las personas LGBT, alguien que enseñe un programa de estudios relacionado o a quien te hayan recomendado. Así podrás dar con alguien que realmente sepa lo que hace.
Desafortunadamente, no hay recursos en línea para recomendar que estén actualizados. Es algo en lo que estoy trabajando en la actualidad. Por ejemplo, estoy viendo si podemos crear una lista nacional, pero hoy en día eso no existe.
Y quisiera decir dos cosas más. Si sientes que no estás recibiendo los cuidados que necesitas, velar por tus propios intereses y buscar una segunda opinión son las herramientas más potentes con las que cuentas. Esto último no aplica solo a las personas LGBTQ, sino a todos los pacientes. Como oncólogos, recibimos bien las segundas opiniones, no nos ofendemos, creemos que son importantes y las respetamos.
Por otro lado, lo último que quiero decir es que, si el médico te recomienda un estándar de atención, por ejemplo, la supresión hormonal durante una determinada cantidad de años para tratar el cáncer de mama positivo para receptores de hormonas, pero no te convence o estás experimentando efectos secundarios o no toleras el tratamiento por cualquier motivo, te recomiendo que le preguntes al médico acerca de recursos que puedas leer sobre los riesgos y beneficios de interrumpir o cambiar la dosis o el medicamento y que luego tengas una conversación bien fundamentada.
Sabemos que no hay un enfoque que sirva para todos por igual en ningún aspecto de la atención sanitaria, pero lo que menos te conviene hacer es dejar de acudir al médico, porque la función de tu equipo de atención sanitaria es cuidarte y, si algo no está funcionando, debemos saberlo. Debemos saber si hay algo que podamos hacer, tal vez no será el enfoque de reducción de riesgos “perfecto”, pero quizás hay otro medicamento que tiene un mejor perfil de efectos secundarios y que puede no ser igual de efectivo, pero es mejor que, por ejemplo, un tratamiento que actúa selectivamente sobre los receptores de estrógeno.
Hay muchas maneras de buscar soluciones con el equipo de la clínica para tratar de encontrar un enfoque que se ajuste a las necesidades de esta comunidad.
Jamie DePolo: Sí, es necesario encontrar los cuidados específicos para cada persona, porque cada quien es distinto, como siempre decimos. Y sus consejos parecen muy buenos. Me recuerdan a los consejos que recibí de otro oncólogo. Él hablaba en términos más generales, pero dijo algo así como lo siguiente: “Quiero que seas un paciente difícil”. Y se refería a que quiere que el paciente le haga preguntas, que llegue un día y le pregunte por un tratamiento determinado, que le diga si está experimentando efectos secundarios muy difíciles y le pregunte si se puede hacer otra cosa. Él comentaba que eso era lo mejor para él porque
Dr. Erik Eckhert: Ah, sí.
Jamie DePolo: …de esta manera podía ser de mayor ayuda. Muchas personas creen que hacer preguntas los convierte en pacientes problemáticos. Y pareciera que usted está diciendo exactamente lo mismo: que eso no es cierto. La idea es ser tu mejor defensor para recibir la mejor atención posible.
Dr. Erik Eckhert: Sí, estoy absolutamente de acuerdo, un canal de comunicación abierto y honesto en ambas direcciones es fundamental porque, por ejemplo, si estás tomando el medicamento día por medio, pero le dices al médico que lo estás tomando todos los días, eso no sirve.
Jamie DePolo: Por supuesto.
Dr. Erik Eckhert: … En cambio, si te sinceras con el profesional y le dices que has tenido que hacer cambios debido a que tienes efectos secundarios muy problemáticos y le preguntas si hay algo que se pueda hacer para mejorar tu calidad de vida, tal vez te diga que sí, que no necesariamente será igual de efectivo, pero quizás pueda recetarte otro medicamento con un mejor perfil de efectos secundarios. Y eso puede ser mejor que lo que estás recibiendo ahora mismo. Quizás no solo tenga un mejor perfil de efectos secundarios, sino que sea más eficaz que tu tratamiento actual.
Jamie DePolo: Claro. Claro, sí. Dr. Eckhert, muchísimas gracias. Ha sido una charla sumamente interesante y enriquecedora, y aprecio mucho que se tomara el tiempo en venir a hablar con nosotros.
Dr. Erik Eckhert: Fue un gusto. Volvería encantado.
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