Fatiga de precaución: cómo mantener los cuidados de seguridad durante la pandemia de la COVID-19
Ya vamos para los cuatro meses de cuarentena y restricciones relacionadas con la COVID-19 (si bien algunas de estas se están flexibilizando en algunas zonas), y es posible que, en alguna ocasión, nos encontremos sin mascarilla o un poco más relajados con respecto al lavado de manos. A esta reacción se la conoce como “fatiga de precaución”.
En este podcast, la Dra. Gollan explica qué es la fatiga de precaución y nos da algunos consejos para superarla.
Podrás escuchar a la Dra. Gollan explicar lo siguiente:
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las diferencias entre la fatiga de precaución, la fatiga por alarmas y la sobrecarga de información
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cómo reconocer la fatiga de precaución cuando se la padece
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algunas formas de superar la fatiga de precaución
La Dra. Jackie Gollan es profesora asociada de Psiquiatría y Ciencia Conductual, y psicóloga clínica de la Facultad de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern de Chicago. Como médica, se vale de la psicoterapia basada en datos científicos para tratar a personas que padecen depresión y ansiedad. En su investigación, se centra en la manera en que los hábitos interfieren en nuestras metas, lo que incluye la forma en que las personas toman decisiones para abordar o evitar determinadas situaciones.
— Se actualizó por última vez el 17 de enero de 2023, 16:13
Jamie DePolo: Hola. Como siempre, gracias por escucharnos. Nuestra invitada de hoy es la Dra. Jackie Gollan, profesora asociada de Psiquiatría y Ciencia Conductual, y psicóloga clínica de la Facultad de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern de Chicago. Como médica, se vale de la psicoterapia basada en datos científicos para tratar a personas que padecen depresión y ansiedad. En su investigación, la doctora se centra en la manera en que los hábitos interfieren en nuestras metas. Esto incluye la forma en que las personas toman decisiones para abordar o evitar determinadas situaciones.
Ya vamos para los cuatro meses de cuarentena y restricciones relacionadas con la COVID-19 (si bien algunos lugares están reanudando actividades) y es posible que, en alguna ocasión, nos encontremos sin mascarilla o un poco más relajados con respecto al lavado de manos. Esta reacción se conoce como “fatiga de precaución”, y la Dra. Gollan nos acompaña hoy para hablar sobre ella y darnos algunos consejos para superarla.
Dra. Gollan, bienvenida al podcast.
Dra. Jackie Gollan: Gracias por invitarme.
Jamie DePolo: Recién hice una breve introducción acerca de la fatiga de precaución, pero, para empezar, quisiera saber si puede darnos una explicación más detallada que nos permita entender qué es y cómo se manifiesta.
Dra. Jackie Gollan: En medio de la pandemia de la COVID-19, se hizo un gran esfuerzo por contribuir al cumplimiento de las pautas de seguridad de la cuarentena por parte de la población. Noté un fenómeno llamado “fatiga de precaución”, que es la baja motivación y falta de voluntad para respetar las medidas de seguridad. Esto ocurre cuando nos insensibilizamos frente al estrés y las advertencias, y minimizamos los riesgos válidos de lesión o infección en favor de los beneficios que trae una recompensa, como puede ser el contacto con otras personas, la actividad física o la vida al aire libre. Así, la carga que supone el comportamiento cauteloso, en especial si este se prolonga en el tiempo, puede parecer innecesaria, y es entonces cuando la gente se vuelve más propensa a evadir las normas.
Jamie DePolo: Leí algunos titulares que decían: “La gente se aburrió. Se aburrió de hacer siempre lo mismo”. ¿Acaso eso es un factor relevante o, en realidad, se trata solo de una especie de sobrecarga sensorial? Me pregunto si existe alguna diferencia.
Dra. Jackie Gollan: Es una buena pregunta. Hay varios puntos que permiten explicar esto. El primero es que somos cada vez menos sensibles a las advertencias reiteradas. Por lo tanto, en esencia, el cerebro se ajusta a las alarmas para reducir el estrés y, entonces, es posible que nos tome más tiempo reaccionar a las advertencias o que comencemos a ignorarlas.
Además, creo que tiene mucho que ver con la cantidad de decisiones que hay que tomar, y las decisiones complejas, como estas, demandan una gran cantidad de energía. Así es que empezamos a aburrirnos de tomar esas decisiones acerca de cuáles acciones valen la pena el riesgo, y cuáles, las recompensas.
Jamie DePolo: Ya veo. Muy bien, gracias. Ahora bien, si a alguien le diagnosticaron cáncer de mama, eso representa una clara amenaza para la persona. Para mucha gente, la pandemia de la COVID-19 se sumó a ese diagnóstico, por lo que me pregunto si estas personas, que están afrontando amenazas de diversos tipos, son más propensas a sufrir fatiga de precaución.
Dra. Jackie Gollan: Creo que eso varía. Me parece que la mayoría de las personas se van a ir adaptando. El miedo está grabado en el cerebro: si la amenaza se considera significativa, se envían mensajes a través del cuerpo para que respondamos de manera adecuada. Sin embargo, con el paso de tiempo, empezamos a usar otra parte del cerebro para comprender el contexto de la amenaza, sea esta real o no, y ese contexto nos permite disminuir la respuesta al miedo. A partir de ese momento, percibimos la información acerca de la advertencia como menos amenazante y comenzamos a ignorarla.
Cada una de las personas que tiene cáncer es diferente, y creo que todo esto depende de la manera en que la información se interpreta. Algunas personas tendrán la capacidad de equilibrar el miedo con un sentido de control percibido y actuar de una manera que les resulte adecuada.
Otras, quizá sientan un desequilibrio: el desequilibrio entre el miedo y el control percibido, lo que puede generar un miedo menor, o bien excesivo. De este modo, alguien que pasó por varias sesiones de quimioterapia y se siente vulnerable puede tener más miedo, lo que puede dar lugar a un comportamiento precavido y, potencialmente, angustia emocional o algún trastorno si se siente bajo amenaza.
Otra persona podría sentir que ya superó la quimioterapia, que ya no es vulnerable y, entonces, tener menos miedo, lo cual puede llevarla a ignorar riesgos reales. Tengo pacientes que me contaron que, tras haber atravesado el tratamiento del cáncer (de mama, específicamente) comenzaron a prestar mucha atención a su salud y a preservar cada aspecto de esta. Así que tienden a tener mucha más cautela en este estado, en la situación actual.
Jamie DePolo: Lo cual seguramente sea muy bueno. También tengo entendido que lo que yo llamaría “sobrecarga de información”, una especie de bombardeo constante de información, puede contribuir a causar fatiga de precaución. Tal como yo lo veo, parece que, desde que se diagnosticó el primer caso de COVID-19 aquí, en los Estados Unidos, hemos recibido una sobrecarga de información. Cosas como: “Haz esto, haz aquello, usa mascarilla, lávate las manos, usa desinfectante de manos, no vayas aquí, no vayas allá”. ¿Podría ayudarme a entender de qué manera eso también se podría considerar fatiga de precaución? ¿Es algo parecido, solo que estás recibiendo tanta información que ya no puedes decidir qué cosas son importantes?
Dra. Jackie Gollan: Esa es una excelente pregunta, y existe una diferencia con la fatiga de precaución.
Hay un concepto llamado “fatiga por alarmas”. En general, la encontramos en médicos que están rodeados de alarmas, como aquellas de los dispositivos médicos, entre otras alarmas que hay en los hospitales. La fatiga por alarmas es la sensación de que te están bombardeando con advertencias, y quien la padece empieza a considerar estas alarmas físicas reales un fastidio. Al dispararse con tanta frecuencia, resultan estresantes, se las empieza a ver como una molestia, y las personas comienzan a ignorar las advertencias deliberadamente. El problema que supone esto es que, a veces, estas alarmas significan algo, en especial, en hospitales, obras en construcción o escuelas, y el manejo de estas alarmas es fundamental para evitar situaciones indeseadas que deberían prevenirse.
También existe el concepto de “fatiga por alertas”, que se manifiesta cuando una persona se ve bombardeada por las redes sociales o medios de comunicación, y recibe continuamente alertas o actualizaciones relacionadas con lo que está sucediendo alrededor. Es probable que todos nos hayamos visto sometidos a esto durante la primera etapa de la pandemia, y la información puede saturarnos. En este caso, no podemos discernir lo que es útil de lo que no lo es, y recibir alertas de forma excesiva y continua nos distrae y estresa. Entonces, para reducir el estrés, comenzamos a ignorar las alertas [y] a percibirlas como ruido.
Tenemos fatiga por alarmas, que son alarmas reales, alarmas físicas que se activan en dispositivos diseñados para sernos útiles en situaciones laborales y demás. Tenemos fatiga por alertas en el contexto de las redes sociales y los medios.
La fatiga de precaución la identificamos en esas personas que dicen: “Entiendo que existe un riesgo, que debo tomar precauciones para protegerme y preservar mi salud, pero estoy dispuesto a sacrificar eso porque estoy harto de tomar esas precauciones: desinfectar las compras, desinfectarme las manos, mantener el distanciamiento social”. Quiero sacrificar eso para hacer algo que tenga ganas, como la recompensa de ir a hacer las compras, ver amigos o hacer un picnic al aire libre. Situaciones que podrían no ser adecuadas. Y comenzamos a ignorar un riesgo real con tal de recuperar esas recompensas en nuestra vida.
Jamie DePolo: Parece que, hoy en día, hay muchas posibilidades de que todos padezcamos esta fatiga, teniendo en cuenta todo lo que mencionó, así que imagino que la gente debe estar buscando algunas recompensas.
Dra. Jackie Gollan: Sí, eso creo. La gente realmente ansía recuperar su rutina y, además, depende mucho de los hábitos. Esto significa que, cuando nos ponemos nuevas metas que demandan un esfuerzo adicional y más atención, en primer lugar, notamos que es complicado alcanzarlas. En segundo lugar, vemos que es difícil recordar que debemos hacerlo cuando no nos sucedió nada grave, porque no hay una consecuencia real que sintamos que ya superamos. Y no es fácil mantener la motivación cuando todo está bien. No estás enfermo, ¿por qué tendrías que tomarte todo ese trabajo?
Lo que sucede es que tenemos la sensación de que, si sabemos que los demás tomaron precauciones de seguridad, podríamos hacer cosas un poco más arriesgadas, como no usar mascarilla, y asumir que estamos a salvo por el hecho de que el resto ha tomado dichas precauciones. A eso se le llama compensación de riesgo, y es cuando pensamos: “No necesito hacer nada de eso porque con todas las medidas de seguridad que tomaron los demás, el mundo ya es un lugar más seguro”.
Jamie DePolo: Ya veo. Ya veo. Ahora bien, ¿todos padeceremos tarde o temprano fatiga de precaución, o hay algunas personas que están mentalmente programadas para estar siempre alertas de forma automática?
Dra. Jackie Gollan: Estoy segura de que una parte de la población está mentalmente programada para estar siempre atenta, y sospecho que es posible que eso se deba a experiencias previas. Es decir, si alguien sufrió una enfermedad muy grave, pondrá mucho esmero en procurarse un entorno protegido para no permitir que ingrese ningún tipo de riesgo en su hogar. Y creo que, ciertamente, las personas que consideran su bienestar, su edad y lo que podría ocurrir si se enfermaran y el riesgo que eso implicaría están mucho más atentas a mantener un entorno seguro a su alrededor.
Pero la mayoría de la gente se adaptará a esto por una cuestión biológica. En un primer momento, el cerebro registra el miedo. Después, si esa amenaza se considera importante, se enviarán mensajes al cuerpo para que responda. Pero, con el tiempo, otra parte del cerebro comenzará a atenuar la respuesta al miedo para que podamos lidiar con el estrés, porque tener miedo de forma intensa supone una carga importante para el cuerpo y el cerebro. Entonces, resulta útil para esa parte de nuestro cerebro disminuir la respuesta al miedo y decir: “¿Sabes qué? Me parece que esta amenaza no es tan real como parece. No conozco a nadie que esté enfermo en mi entorno cercano. Ni siquiera yo me enfermé. ¿Acaso los medios están exagerando toda esta situación?” Y empezamos a percibir la información relacionada con la amenaza como menos peligrosa, y luego, a ignorarla.
En muchos casos, la respuesta de adaptación a esto, que podría parecer fatiga de precaución o simplemente fatiga, es algo generado por el cerebro para que aprendamos a modificar nuestro miedo.
Jamie DePolo: Bien. Quisiera seguir con ese punto. Si una persona está recibiendo tratamiento del cáncer de mama o quimioterapia, puede estar inmunodeprimida y, en consecuencia, tener un mayor riesgo de enfermarse. Por eso es fundamental que esas personas sigan atentas en lo que respecta a la COVID-19. Que sigan manteniendo el distanciamiento social, usando mascarilla, lavándose las manos y tomando todas las precauciones más básicas. Entonces, ¿cómo podemos reconocer cuando el cerebro nos esté diciendo que nos adaptemos y, quizá, estemos siendo un poco menos precavidos?
Dra. Jackie Gollan: Buena pregunta. Creo que sería útil que pudiéramos cumplir con las medidas que tomamos durante el primer mes de pandemia. Recordar que hay reglas básicas que debemos seguir: mantener el distanciamiento social, desinfectar algunos objetos y superficies en el hogar, lavarnos las manos y usar mascarilla.
Me parece que, para reconocer la fatiga de precaución, podríamos preguntarnos: “¿Acaso me acostumbré o me insensibilicé a las advertencias reiteradas y estoy dando por sentado que el riesgo será menor de lo que en realidad es?”. Es decir, ¿estoy suponiendo que el riesgo es menor de lo que en realidad es? Por ejemplo, den un vistazo a los informes diarios de su región, ciudad o estado para saber cuántos contagios nuevos se detectaron y cuántas muertes, desafortunadamente, se registraron. Eso les dará una idea del riesgo.
Otra situación que debemos observar es si estamos reconociendo el riesgo, pero no actuando en consecuencia para minimizarlo. ¿Estamos sosteniendo una expectativa rígida con respecto al riesgo y a la seguridad, y desestimando la información que creemos que no concuerda con dichas expectativas? Esto se refleja, por ejemplo, cuando decimos: “Debería poder caminar por la orilla”. Y eso significaría pasar por alto las pautas de seguridad en este punto, porque no se puede salir. ¿Estoy ignorando las pautas que tengo delante porque creo que debería poder hacer determinada actividad? ¿O creo que no tengo que lavarme las manos cuando salgo y recorro la ciudad? Porque, repito, eso reflejaría que comprendemos de forma bastante cabal los riesgos de manera intelectual, pero que, emocionalmente, no sentimos que debamos cumplir con las pautas de seguridad.
Y también entiendan que, si están volviendo a viejos hábitos en lugar de apegarse a las metas de seguridad, no son las únicas personas a las que les sucede. Como seres humanos que somos, todos tenemos estas dificultades. Entonces, dense cuenta de que quizá se están cansando de tomar algunas de estas decisiones durante esta etapa de incertidumbre, y de que tienden a ignorar estas advertencias para recuperar la rutina.
Jamie DePolo: Muy bien, gracias. Una última pregunta, que tiene que ver con eso, y es posible que ya lo haya respondido de alguna forma. Pero, ¿cómo podemos superar la fatiga de precaución? Supongamos que la reconocemos. Me voy a poner como ejemplo. Un día estaba saliendo para ir al supermercado y, a poco de empezar a conducir, me di cuenta de que no traía la mascarilla. Y pensé: “¡Uy! ¿Qué me pasa?”. Y volví a buscarla de inmediato. ¿Cómo podemos superar esto? ¿Hacemos listas? Es decir, ¿hago una lista de las cosas que debo tener en cuenta antes de salir de casa? ¿Qué cosas vio que funcionaran?
Dra. Jackie Gollan: Debo reconocer que a mí también me sucedió esto de salir de casa y darme cuenta de que “¡Uy…!”. Y creo que esto es importante: tenemos ciertos hábitos, pero tan pronto como nos demos cuenta de que nos alejamos de la meta (tal vez porque vimos a alguien usando mascarilla y pensamos: “¡Uy!, me olvidé la mía y sería extraño salir así”, o bien: “Sé que me comprometí con este hábito que quiero mantener. Vuelvo y la busco”. Y lo que hacemos simplemente es anteponer esa nueva meta al hábito y, tarde o temprano, la nueva meta se convertirá en hábito. Mi hijo dice que vamos a tener que usar mascarilla por un buen rato. Entonces, simplemente reconozcamos que es un comportamiento humano normal y que estamos trabajando en una nueva rutina.
Con respecto a la pregunta sobre qué cosas puede hacer la gente, puedo decir que son muchas. Debemos darnos tiempo para prepararnos para la meta, definir cuál es esa meta y luego establecer nuestra intención. Así que detengámonos a pensar. Y después, preparémonos. Pon la mascarilla en el picaporte, pega notas que te recuerden lavarte las manos. Cosas que ayuden a cumplir esta nueva meta.
Escuché a algunas de mis pacientes que recibieron tratamiento del cáncer de mama decir que estas eran pequeñas inversiones para obtener una gran recompensa. Y que, durante el tratamiento, estaban dispuestas a tolerar las molestias e incomodidades que este suponía por el beneficio de estar sanas, lo cual era su recompensa. Muchas mujeres que estaban atravesando esa experiencia pensaban: “Haz todo lo que esté a tu alcance hoy para que esto funcione y empieza a ver el beneficio desde ahora, y aprecia tu autocontrol, que redundará en una mejor salud”.
Las mujeres están empezando a notar que esas rutinas de seguridad son eficaces y que eso, con suerte, las ayudará a sentir que pueden redoblar el esfuerzo. Si la pandemia parece abrumadora, podemos sentirnos desbordados y cansados. Entonces, mejor empezar con una meta pequeña. Lidiar con la rutina que tenemos para esta mañana, sin preocuparnos por lo que pasará a la tarde. Y cuando llegue la tarde, volver a establecer la intención y enfocarnos en ella.
Creo que es muy útil pensar en los riesgos que podrían correr otras personas. Pensar cuán importante fue para ti atravesar el tratamiento, recuperarte y prevenir la recurrencia. Y, entonces, pensar que tu comportamiento puede tener un valor colectivo, no individual. Piensa en una persona que esté en tratamiento y que conozcas, y comprométete a protegerla. Y eso también puede motivarnos a seguir esos comportamientos de seguridad para mantenernos a salvo a nosotros mismos también.
Algunas otras cosas que sugeriría: en primer lugar, aumentar la sensibilidad al riesgo al variar los medios de los cuales se recibe información. Cambiar la fuente de donde se reciben las noticias sobre la COVID-19 y la pandemia para empezar a prestarles más atención. Cuando es distinta, comenzamos a percibir esa información como nueva y a pensar en ella. Se pueden leer diferentes periódicos o ver programas de noticias que no sean sensacionalistas para mantenerse atento a la información, siempre asegurándose de no llegar a una fatiga por alertas.
Y, luego, ver si se puede establecer un programa de actividades cotidianas para mejorar la fortaleza física y emocional. La fatiga es una experiencia que nos agota y consume toda la energía. La idea es pensar entonces en cómo ejercitarse de manera segura, comer bien y establecer metas alcanzables para poder sentirnos emocional y físicamente más fuertes mientras atravesamos esta situación. Y algo en lo que pienso es en cómo me quiero posicionar emocional, mental y físicamente, de modo que, cuando termine esta fase de la pandemia, sienta que estoy donde quiero estar.
Jamie DePolo: Bien. Dra. Gollan, muchas gracias. Me gustó mucho su comentario acerca de pensar en los demás. No sé qué le sucederá al resto, pero, para mí, eso resulta muy motivante. Me resulta mucho más fácil hacer algo por los demás que por mí misma, así que eso es lo que estuve intentando hacer. Pienso: “Bien, tengo amistades que corren un riesgo alto, así que debo ser precavida para que no se enfermen”. En mi caso, eso ayuda mucho. Muchísimas gracias por toda la información. Creo que será de mucha utilidad para nuestro público.
Dra. Jackie Gollan: De nada. Y recuerden: esto va a terminar en algún momento. Aunque ahora no podamos verlo, esto tendrá un fin. Y, con suerte, podremos regresar a una nueva rutina que sea segura y nos permita cuidarnos entre todos.
Jamie DePolo: Sí. Muchas gracias.
Dra. Jackie Gollan: Cuídense. Gracias.
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