La historia de DizzyLotusBottom: Concederme la gracia de sanar
DizzyLotusBottom es integrante de la Comunidad de Breastcancer.org en Easton, Maryland, EE. UU.
"A veces, simplemente es cuestión de hacer de tripas corazón, poner tu mejor cara y seguir adelante con la vida lo mejor que puedas".
Mi experiencia con el cáncer de mama ha sido típica. Lo único diferente soy yo. Mi camino realmente comenzó una vez que terminé con el tratamiento y con la cirugía. Decidí no recibir quimioterapia (de ninguna manera estoy avalando esto, debe ser una decisión PROPIA que debe tomar cada persona) para que no se me cayera el cabello, aunque tengo problemas de debilitamiento del cabello y de las cejas. Sí acepté recibir radioterapia y tratamiento adyuvante.
Una de las lecciones más importantes es esta: defiéndanse. Utilicen los recursos que tienen a disposición. Tuve la suerte de que el centro de salud mamaria que elegí tenía una trabajadora social dedicada a mí, y ella sabía muy bien cómo conseguir respuestas a todas mis preguntas. Con el primer cirujano con el que me reuní, no logré entablar una buena comunicación. Esta persona pareció ofenderse de alguna manera porque yo no elegí la quimioterapia antes de la cirugía, así que pasé al siguiente cirujano, que resultó increíble. Me explicó las opciones y se expresó con franqueza acerca de omitir la quimioterapia, pero lo más importante es que me escuchó y respetó mi decisión.
Me peleé un poco con mi oncólogo por no aceptar el tratamiento oral adyuvante que me recetó y que es uno de los más habituales. Yo llevaba semanas investigando y había encontrado datos válidos de un ensayo clínico revisados por expertos y replicados que respaldaban otro tratamiento oral adyuvante más eficaz a corto y a largo plazo. Tampoco requería que lo tomara durante tantos años para obtener los beneficios de disminuir la probabilidad de una recurrencia. Guardé la información que encontré y se la presenté a mi oncólogo; conversamos, y respetó mis decisiones. Sin embargo, sufrí síntomas de toxicidad con otros dos tratamientos adyuvantes recetados más adelante. Desde entonces, estoy con un tercer medicamento que tiene menos efectos secundarios.
Lo que quiero decir con todo esto es: TIENEN derecho a elegir lo que quieren para USTEDES. También deben ser conscientes de los posibles resultados de sus elecciones, pero no tengan miedo de decir que no. Si bien existe un estándar de atención para el tratamiento del cáncer, USTEDES NO son un estándar de atención. Cada persona es un CASO ÚNICO.
El período posterior al tratamiento ha sido la parte más difícil de mi camino hasta ahora. Una vez que todo se calmó, y los recursos pasaron a alguien que empezaba su viaje, me di cuenta de que seguía sufriendo. Tanto física como emocionalmente. Estaba fatigada y todavía sentía en el cuerpo los dolorosos cambios posteriores a la radiación y los efectos de la cirugía. Internamente, no aceptaba el nuevo aspecto de mi cuerpo. No podía encontrar el espacio para concederme la gracia de sanar y aceptar quién era ahora frente a quién era antes del diagnóstico. No sentía alivio por saber que todas las biopsias que me hice después de la cirugía dieron negativo. No sentí alivio cuando me vi la reducción y la elevación "extra" de las mamas, de hecho, sentí como si una parte de mí hubiera muerto. Me sumí en el dolor más profundo. Allí estaba yo, a mis 50 años, lamentando el hecho de que las mamas, con las que había alimentado a mis hijos, habían desaparecido. Ahora eran rocas entumecidas, doloridas y desiguales que tenía en el pecho y me causaban dolor. Tuve que escuchar un cliché tras otro de los médicos y de mi sistema de apoyo personal. Cada vez que oía lo agradecida que debía estar, o lo bien que debía sentirme ahora que había terminado, me encerraba más en mí misma y sentía lo profundo que era este viaje en solitario. Me negué a buscar servicios de salud mental porque estaba agotada de todos los médicos y de todas las consultas que soporté durante meses y meses.
En la empresa donde trabajaba, me habían apoyado, pero yo sabía que era condicional porque actuaban como si debiera haber vuelto 6 semanas después de la licencia médica igual que estaba antes de irme. Desde el punto de vista físico, no era posible, ya que seguía sintiendo molestias (me costaba encontrar un sujetador que no se me apoyara en las incisiones) y emocionalmente era otra persona. Más retraída, sin ganas de hablar de mi experiencia y, encima, sintiéndome culpable por faltar tanto tiempo al trabajo.
Bueno, pasemos a la persona que soy hoy. Nunca busqué atención de la salud mental. Después de la COVID-19, ha sido difícil, pero no imposible, conseguir ayuda. Como resultado, he padecido insomnio, lo que considero TEPT por motivos médicos (tengo pesadillas sobre la cirugía y el dolor), ansiedad y ahora me aíslo para encontrar la paz. Sigo intentando aceptar mi cuerpo tal y como es ahora, porque no tengo otra opción. Este ES mi nuevo yo. Me concedo la gracia de sanar. Busco las grietas que tengo en el corazón y en el alma, y las reparo a medida que las encuentro, con amor. El amor de una mujer, una guerrera que luchó por el derecho a seguir existiendo en este mundo y ganó. Me entregó al insomnio en las noches que no puedo dormir más de 4 horas, y lo compenso tomando siestas. No veo el tiempo de la misma manera porque me hacía sentir presionada a seguir mis rutinas prequirúrgicas, es decir, levantarme, comer a ciertas horas, dormir a ciertas horas, etc. Ahora lo hago por mí según lo necesito.
Las cosas pueden no parecer normales para la mayoría, pero lo son para mí. Esto es lo que soy aquí y ahora. Me estoy entendiendo a mí misma de una forma nueva y profunda. Veo la vida y las relaciones de otra manera. Ya no intento complacer a todo el mundo, ni permito que la positividad tóxica o las personas tóxicas entren en mi vida. Soy más fuerte emocionalmente en formas que debí haber sido y necesitaba serlo, pero no me había dado cuenta. Al final, me presenté a la pelea por MÍ MISMA y gané. Pasé lista y seguí adelante. Seguiré trabajando en mi sanación mental igual que trabajé para sanar físicamente. Puedo llorar, reír, amar... todo. O puedo dejar que me despoje del hermoso ser en el que me estoy convirtiendo. Son mis elecciones, ¡y elijo ser una persona hermosa y plena! No necesito el permiso, la aprobación ni la aceptación de nadie para ser yo.